El pasado viernes, China lanzó una nave espacial no tripulada para recuperar muestras de la cara oculta de la Luna, lo que representará la primera vez que un país intenta alcanzar dicho objetivo.

Específicamente, Chang’e-6 tiene la tarea de aterrizar en la cuenca del Polo Sur-Aitken, en la cara oculta de la Luna, la cual nunca es visible desde la Tierra, para después extraer y traer muestras a nuestro planeta.

Sin dudas, la misión representa un nuevo paso en el increíble ascenso espacial de China que, en menos de 20 años, ha alcanzo increíbles logros en la materia.

Algunos logros lunares de Pekín

Hace apenas 17 años, en octubre de 2007, China hizo historia cuando su misión Chang’e-1, sin tripulación, orbitó la Luna y tomó imágenes en 3D de sus accidentes geográficos y estructuras geológicas.

Además, la nave espacial se estrelló intencionalmente en la Luna el 1 de marzo de 2009, tras finalizar su misión.

Sin embargo, el gran logro lunar chino llegó en diciembre de 2013, cuando Chang’e-3 completó un aterrizaje suave en el satélite natural, el primero de cualquier país desde 1976.

La misión puso a prueba la capacidad de Pekín para aterrizar en la Luna de forma segura y precisa, mientras que, en diciembre de 2018, Chang’e-4 llevó a China a un nuevo nivel cuando concretó el primer aterrizaje suave en la cara oculta del satélite.

Finalmente, en 2020, Chang’e-5 marcó la primera vez que los humanos recuperaron muestras de la cara visible de la Luna en 44 años.

Un nuevo desafío

Pero ahora, pese a sus increíbles logros, China busca ir mucho más allá:  Chang’e-6 pasará dos días desenterrando 2 kilogramos de muestras antes de regresar a la Tierra, donde se espera que aterrice en Mongolia Interior.

La ventana para que la sonda recoja muestras es de 14 horas, en comparación con las 21 horas del lado visible de la Luna.

Se estima que la edad geológica de la cuenca del Polo Sur-Aitken es de unos 4.000 millones de años, por lo que las muestras extraídas de allí serían mucho más antiguas que las traídas previamente por la Unión Soviética y Estados Unidos, que tienen unos 3.000 millones de años, así como las muestras de 2.000 millones de años de Chang’e-5.

Apuntando a largo plazo

El retorno de muestras de Chang’e-6 podría arrojar más luz sobre la evolución temprana de la Luna y el sistema solar interior.

Pero, más allá de las investigaciones científicas, la actual misión tiene un objetivo mucho más importante, ya que forma parte de un proyecto a largo plazo para construir una estación de investigación permanente en la Luna.

La Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS, por sus siglas en inglés), liderada por China y Rusia, proporcionaría un puesto de avanzada para que Pekín y sus socios continúen con la exploración del espacio profundo.

Cabe recordar que el Polo Sur de la Luna ha sido descripto por los científicos como el “cinturón dorado” para la exploración lunar: el hielo polar que existe allí podría sostener bases de investigación a largo plazo, permitiendo reducir significativamente los costos que implicaría depender de recursos transportados desde la Tierra.

Pero, pero ello, serán fundamentales las misiones Chang’e-7 y Chang’e-8, que serán lanzadas en 2026 y 2028, respectivamente.

Respecto a la primera, debería ataerrizar cerca del cráter Shackleton, en el Polo Sur de la cara oculta, para buscar recursos, incluido el hielo. Por su parte, Chang’e-8, que también aterrizaría en la cara oculta, verificará el desarrollo de recursos in situ.

Para ello, llevará a cabo un experimento de impresión 3D, utilizando recursos in situ, para construir una estructura, probando una forma de tecnología para la construcción de una base lunar.

China planea lanzar su primera misión tripulada a la Luna a fines de esta década, en una nave espacial llamada Mengzhou (“Nave de los Sueños”) y el módulo de aterrizaje Lanyue (“Abrazando la Luna”).

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