La Luna volvió a sorprender a los científicos. Un nuevo cráter, que no existía en las imágenes de 2009, apareció en fotografías recientes tomadas por la sonda Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA. El hallazgo, confirmado por el equipo de la cámara LROC, muestra una depresión de unos 22 metros de diámetro al norte del cráter Römer, rodeada por un patrón de eyecciones brillantes que delatan un impacto fresco.
La comparación de imágenes permite acotar el evento entre diciembre de 2009 y diciembre de 2012, es decir, un impacto ocurrido mientras LRO ya estaba en órbita. Para los especialistas, esto no es solo una curiosidad geológica. Es evidencia directa de que la superficie lunar cambia en escalas de tiempo que hoy importan más que nunca.
Un recordatorio de que la Luna sigue activa
El hallazgo llega en un momento clave. Varias agencias espaciales, incluida NASA, avanzan en planes para regresar al satélite con misiones humanas. Artemisa, el programa que busca llevar astronautas al polo sur lunar por primera vez desde 1972, depende de un conocimiento extremadamente detallado del terreno. El polo sur es un entorno complejo, con sombras permanentes, pendientes abruptas y zonas que solo reciben luz durante breves intervalos. A eso se suma la preocupación de que un cráter inesperado comprometa un módulo de aterrizaje o deje inutilizables los caminos previstos para la exploración.
Por eso, cada nuevo impacto detectado tiene peso operativo. Entender con qué frecuencia se forman estos cráteres, cómo se dispersa el material expulsado y cómo se degrada el terreno es esencial para planificar descensos seguros, elegir rutas y diseñar equipos que puedan soportar un paisaje que sigue cambiando, aunque a un ritmo lento.
El descubrimiento es, en definitiva, un recordatorio de que la Luna no es un fósil inmóvil. Sigue recibiendo golpes y reacomodándose, y cada marca reciente en su superficie ayuda a anticipar riesgos en una era en la que volver a caminar sobre ella dejó de ser un sueño lejano para convertirse en una hoja de ruta concreta. Si queremos que la próxima huella humana sobreviva, primero tenemos que entender cada nueva cicatriz lunar.
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