La NASA tiene nuevo jefe, ¿y también nuevo rumbo?

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Jared Isaacman NASA

Después de muchas idas y vueltas, este miércoles 17 de diciembre el Senado de Estados Unidos finalmente aprobó a Jared Isaacman como nuevo administrador de la NASA. La confirmación abre, desde el primer día, dos lecturas posibles sobre su llegada al timón de la agencia espacial estadounidense.

La versión épica es tentadora: un piloto, empresario y astronauta privado que entra para destrabar una estructura pesada, acelerar el regreso a la Luna y abrir de verdad el juego comercial en órbita. La versión oscura también tiene sustento: un jefe alineado con la lógica de la eficiencia y los recortes, con la ciencia caminando por la cornisa.

La realidad, como casi siempre, va a ser más incómoda. Isaacman aterriza con ambición y una hoja de ruta propia, pero va a chocar con una agencia donde el presupuesto se define en el Congreso y cada programa está atado a compromisos industriales y políticos. En ese tablero, lo urgente hoy no es una proeza sino algo más simple: dirección estable.

Después de muchas idas y vueltas, este 17 de diciembre el Senado de EE.UU. finalmente aprobó a Jared Isaacman como nuevo administrador de la NASA.
Después de muchas idas y vueltas, este 17 de diciembre el Senado de EE.UU. finalmente aprobó a Jared Isaacman como nuevo administrador de la NASA.

Lo que Isaacman sí dijo y repitió en público

En sus audiencias y declaraciones públicas, Isaacman marcó tres ideas que se repiten y anticipan por dónde quiere conducir la agencia.

Primero, la prioridad inmediata es la Luna. En su segunda audiencia, Isaacman formuló que el objetivo a corto plazo es “volver con astronautas estadounidenses a la Luna”. Y lo ató a la competencia estratégica, afirmando que Estados Unidos no debe quedar atrás frente a China.

Segundo, insiste en que no quiere una decisión binaria “Luna versus Marte”. Ya en abril planteó que, si se concentran recursos, se puede sostener un camino que avance en paralelo. Esa idea exige, sin dudas, disciplina presupuestaria, recortes en otras líneas o productividad real en adquisiciones y desarrollo.

Tercero, prometió más velocidad institucional, menos burocracia, más foco en ejecución, y un uso más agresivo de proveedores comerciales. Este lenguaje calza con el clima político del momento y con lo que la NASA ya venía haciendo con programas como el Commercial Crew Payload Services (CLPS), pero llevado a escala mayor.

Project Athena, ¿borrador o programa político?

El gran capítulo de esta segunda nominación fue el documento filtrado conocido como Project Athena. Isaacman confirmó que el plan era suyo, pero lo defendió como un “conjunto tentativo” de ideas.

El punto es que, aunque sea un borrador, Project Athena representa la NASA que Isaacman quiere. En los extractos publicados aparecen tres objetivos principales: liderazgo en exploración humana con Luna y una ruta a Marte, encender una economía espacial que no dependa de cheques eternos del Tesoro, y usar a la NASA como multiplicador de ciencia, con misiones más frecuentes y más baratas.

Hasta ahí, suena a modernización. Pero hay definiciones filosas. En el documento, se habla de aplanar estructuras, suspender comités que “ralentizan” decisiones, y revisar programas para acelerar, arreglar o directamente cancelar. También aparece la idea de que la NASA tienda, con el tiempo, a ser parcialmente autosustentable, comparándola con la Administración Federal de Aviación (FAA). En el ámbito de la ciencia, la propuesta resuena como alarma, porque sugiere mover el centro de gravedad hacia lo transaccional.

Y después está lo más sensible. El texto sugiere cambios radicales en dos frentes, la Luna y la ciencia. Por un lado, pone en duda el costo y los plazos de algunos programas hechos a medida. Por otro, plantea copiar el modelo CLPS —contratos con empresas para entregar cargas— para hacer más rápida la ciencia planetaria, aunque eso implique aceptar más riesgo en misiones no tripuladas.

La línea roja: ciencia, Tierra y el temor a “privatizar” conocimiento

Donde Isaacman más patinó políticamente fue en la ciencia, especialmente en el ámbito de Earth science. La discusión pone en tela de juicio si la agencia sigue siendo un actor central en observación de la Tierra o si se limita a comprar datos a proveedores privados.

En Project Athena y en sus comentarios posteriores aparece explícita la preferencia por data as a service para observación terrestre cuando ya existen constelaciones comerciales. En vez de que la NASA diseñe y opere sus propios satélites e instrumentos, la agencia compraría directamente los datos a empresas que ya los están midiendo , como quien paga un servicio. La lógica que lo sostiene es de eficiencia: pagar por el producto final y, con eso, liberar presupuesto y capacidad interna para otras misiones.

El problema es que cuando un administrador llega en un contexto de recortes, comprar datos puede convertirse en desmantelar capacidades que no se recuperan rápido. Por eso, en su segunda audiencia senadores volvieron a presionarlo para que reafirme compromiso con ciencia espacial y terrestre. Isaacman respondió que considera la ciencia tan importante como el vuelo humano. Eso calma, pero no despeja la duda: ¿qué se protege cuando falte plata?

A futuro: Artemisa II, presupuesto y una NASA con moral baja

Isaacman asume con un calendario que no perdona. Se acerca Artemisa II y la NASA sigue lidiando con un clima institucional complicado. El trasfondo son los recortes y la incertidumbre presupuestaria, con una posible gran reducción para 2026, con un golpe especial a la ciencia.

Acá está el dilema real de su gestión. Si su promesa es pisar el acelerador, necesita margen para invertir en infraestructura. Pero si el marco es austeridad, la jugada más inmediata es recortar lo que no tiene lobby de astronautas: ciencia, tecnología de base y misiones de largo plazo.

Y eso explica por qué Project Athena es tan importa. No es un borrador filtrado, es el mapa mental con el que Isaacman va a priorizar cuando tenga que elegir entre “hacer historia” o sostener el músculo silencioso que hace posible la historia.

Mi lectura: Isaacman puede traer prioridades claras y urgencia, dos cosas que a veces le faltan a la NASA moderna. Pero también puede ser el administrador que convierta esa urgencia en una doctrina peligrosa: confundir ejecución inmediata con menos ciencia. En última instancia, su éxito no se va a medir por cuántas veces diga “Marte”, sino por si logra que la NASA apure el paso sin volverse más corta de vista.

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