En los últimos años, China ha ido armando una arquitectura de sensores marítimos que, con distintos grados de autonomía y alcance, aspira a ofrecer vigilancia persistente desde el lecho marino hasta el espacio. El concepto, apodado la estrategia del Océano Transparente, es un sistema diseñado para integrar capas heterogéneas de datos, automatizar la detección y sostener rutas alternativas de mando y control si alguno de sus nodos queda fuera de servicio. El objetivo es dejar menos lugares donde los submarinos puedan operar sin ser rastreados.

La capacidad operativa del sistema fue demostrada en agosto, durante los ejercicios navales conjuntos Sea-2025 entre China y Rusia en el Pacífico cerca de Vladivostok. En esos simulacros de guerra antisubmarina, las fuerzas intercambiaron en tiempo real comunicaciones, pistas hidrometeorológicas y datos aeronavales. Según medios estatales chinos, el objetivo era reducir los márgenes de maniobra de los submarinos de inmersión profunda, una señal de que Pekín ya está probando cadenas de detección y transmisión integradas.

Arquitectura: capas integradas y función de cada una

La propuesta técnica combina elementos orbitales, plataformas de superficie, vehículos autónomos submarinos, instrumentos anclados al fondo y un centro de fusión de datos que orquesta la imagen completa.

Guanlan China Oceano transparente
Diseño conceptual de la estratégia de Océano Transparente China.

En el espacio, una constelación satelital con capacidades LIDAR y altimetría interferométrica aporta cobertura amplia y detección inicial de anomalías. Esa información espacial sirve para focalizar los elementos de menor altitud o mayor resolución.

En la interfase aire-mar y superficie, boyas inteligentes, planeadores y naves autónomas se colocan a lo largo de estrechos, plataformas continentales y rutas de tránsito. Además de medir parámetros superficiales, estas plataformas actúan como pasarelas, traduciendo señales lentas o acústicas en paquetes de alto ancho de banda que pueden salir por satélite o redes terrestres cuando sea posible. Bajo la superficie, planeadores de largo alcance, flotadores de profundidad y vehículos submarinos autónomos patrullan la columna de agua, remolcando cargas acústicas o muestreando el entorno para completar los huecos que señalan los satélites.

Sobre el fondo marino se despliegan observatorios anclados, conectados por cables, que alojan sensores pasivos, relojes de precisión y balizas de navegación. Estos centros no sólo recogen datos. También ofrecen servicios logísticos —descarga de información y recarga— que permiten a vehículos no tripulados prolongar su autonomía sin tener que emerger y exponerse.

Finalmente, en tierra, algoritmos de fusión integran todas las señales para asignar prioridades de rastreo y distribuir objetivos a redes de combate o seguimiento.

Boya China Oceano transparente
Esta mega boya de 15 metros de diámetro constituye una plataforma de observación China. Fuente: Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencias de China (IOCAS).

Resiliencia en red: de la cadena al malla inteligente

Un punto central de la doctrina que alimenta esta arquitectura es la transición de una cadena lineal de detección y ataque a una malla adaptativa. Investigadores del Ejército Popular de Liberación (EPL) argumentan que las arquitecturas lineales colapsan si se destruye un único nodo. La respuesta es una red redundante capaz de redirigir flujos en milisegundos.

Trabajos académicos chinos muestran modelos que calculan rutas alternativas y algoritmos que rearman rutas rotas asociando nodos supervivientes a soluciones de reemplazo con criterios de cierre y potencia de impacto. Esa capacidad de auto-reparación es, para Pekín, una métrica operativa clave.

Componentes concretos y proyectos en marcha

Los elementos que antes eran prototipos fueron migrando a pruebas en mar abierto. En 2014 la Universidad de Zhejiang conectó sondas de fondo a la costa y demostró streaming submarino en tiempo real. Desde entonces, academias y centros tecnológicos estatales explicitan redes interdisciplinarias que combinan plataformas espaciales, aéreas, costeras y submarinas para monitoreo ambiental y conocimiento de la situación. La Universidad Oceánica de China avanzó en un sistema de observación sobre la Extensión Kuroshio, con amarres, repetidores y capas móviles, vigilan rutas marítimas densas del Pacífico Occidental.

En paralelo, el desarrollo de vehículos submarinos extra grandes no tripulados —XLUUV— progresa con prototipos y programas de prueba. Iniciativas como los planeadores de aguas profundas Haiyan y los planeadores de superficie Blue Whale ilustran la convergencia entre lo académico y lo operativo. Más sensores, mayor autonomía y mejoras en silencio acústico, baterías y arrays sonar que permiten sostener una red persistente.

China Oceano transparente
Modelo de planeador de aguas profundas Haiyan, desarrollado por la Tianjin University.

En el terreno de las comunicaciones, los diseños actuales de boyas interdominio y repetidores multitipo permiten alternar enlaces satelitales, redes celulares y módems acústicos. A su vez, patentes y estudios universitarios describen sistemas de reactivación de nodos con consumo ultra bajo, de modo que muchos elementos pueden permanecer en “sueño” durante meses y activarse solo por eventos o señales específicas.

Blue Whale China Oceano transparente
Buque de superficie no tripulado y sumergible de última generación Blue Whate, presentado en abril de este 2025 en la ciudad de Zhuhai.

China y las implicancias operativas del Océano Transparente

Si la red china alcanza la densidad y la interoperabilidad proyectadas, los submarinos adversarios tendrán menos opciones para ocultarse, y los ciclos de detección-decisión-fuego se acortarán. Eso afecta tanto a escenarios de guerra como a operaciones encubiertas en paz. Frente a ese panorama, analistas y autoridades proponen una respuesta basada en malla contra malla: reforzar capacidades de contradetección (engañar y degradar sensores) y desplegar medidas anti-UUV que incluyan tácticas, doctrinas, sistemas cinéticos y electromagnéticos, y comunicaciones resistentes e interoperables.

La colaboración regional aparece como factor crítico. Proyectos y capacidades de socios —por ejemplo, plataformas australianas con capacidad de carga para UUV y avances japoneses en comunicaciones submarinas de largo alcance— pueden integrarse en una estrategia aliada que combine ejercicios conjuntos de engaño, pruebas de atraque en lecho marino y despliegues preventivos en corredores donde ya operan boyas y planeadores del EPL.

El Océano Transparente no es una única tecnología, sino la convergencia de sensores, vehículos autónomos, redes de transmisión y algoritmos de fusión. Su maduración obligará a repensar la forma en que se conducen las operaciones submarinas y la inteligencia marítima. Para Estados Unidos y sus aliados, la urgencia no es sólo invertir en sensores similares, sino en contraestrategias, interoperabilidad y cooperación regional que preserven opciones operativas en un entorno marítimo que, lentamente, se vuelve menos opaco.

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