La Agencia Espacial Japonesa (JAXA) eligió a la empresa estadounidense Rocket Lab para poner en órbita dos misiones de demostración tecnológica, luego de una serie de demoras con sus propios vehículos de lanzamiento. Ambos vuelos se realizarán con cohetes Electron desde Nueva Zelanda, uno a fines de este año y el otro a comienzos de 2026.
El primer vuelo, previsto para diciembre, llevará al espacio el satélite RAISE-4 (Rapid Innovative Payload Demonstration Satellite 4), una plataforma de 110 kg diseñada para ensayar ocho tecnologías avanzadas desarrolladas por empresas y centros de investigación de Japón. El segundo lanzamiento, programado para principios de 2026, transportará ocho CubeSats que también probarán nuevos desarrollos en miniaturización, telecomunicaciones y sistemas espaciales.
Peter Beck, director ejecutivo de Rocket Lab, destacó la relevancia de la colaboración. “Estas misiones muestran el papel global del Electron, apoyando el crecimiento de la industria espacial japonesa con lanzamientos en un cohete estadounidense desde territorio neozelandés”, afirmó.
Nuevos cohetes japoneses, pero aún sin éxito orbital
Japón vive un momento clave en su industria de lanzadores livianos. El país intenta consolidar una oferta doméstica de cohetes comerciales, pero hasta ahora ningún proyecto privado logró alcanzar la órbita.
La empresa Space One, respaldada por Mitsubishi Electric y Canon Electronics, lanzó dos veces su vehículo Kairos, concebido para colocar pequeños satélites en órbita baja. Ambas misiones fallaron, la más reciente en diciembre de 2024, cuando el cohete explotó segundos después del despegue.
En paralelo, Interstellar Technologies —la primera compañía espacial privada del país— continúa desarrollando su cohete Zero, sucesor del suborbital Momo. Con una inversión de US$ 62 millones, la firma apunta a ofrecer lanzamientos comerciales de hasta una tonelada, aunque su vuelo inaugural, previsto para 2025, fue reprogramado para no antes de 2027.
En ese contexto, el acuerdo con Rocket Lab funciona como un salvavidas estratégico. Permite a JAXA mantener en marcha su programa de demostraciones tecnológicas sin depender de los plazos inciertos de sus vehículos nacionales. A la vez, refleja una nueva etapa de cooperación internacional, donde la capacidad de lanzamiento no depende solo del país de origen, sino de la eficiencia y confiabilidad del proveedor. Mientras tanto, Japón busca equilibrar orgullo tecnológico con pragmatismo: mantener su propio camino hacia el espacio sin perder el tren del mercado global.
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