Argentina tiene tres campeonatos del mundo. Y también tiene tres tipos de reactores nucleares: de investigación, multipropósito y de potencia. Desde hace más de 60 años, el país mantiene un proyecto nuclear propio que crece y entrena talento local con una mezcla muy criolla de ciencia, trabajo y estrategia.

En julio, la energía nuclear dio bastante que hablar. Entre patentes que quieren cruzar fronteras y planes que mezclan uranio con petróleo, el átomo argentino volvió a la conversación. Y como nos encanta un buen sistema tecnológico nacional –sobre todo si tiene historia, orgullo y algo de mística–, nos pusimos la camiseta y salimos a contarla como corresponde.

RA-10 INVAP tanque reflectivo reactor
Tanque reflectivo del reactor RA-10 de INVAP y CNEA.

Pero para entender bien de qué estamos hablando, primero hay que repasar lo básico: ¿qué tipos de reactores existen y para qué sirve cada uno?

Primero están los reactores de investigación, que no generan energía, pero forman especialistas, ensayan materiales y permiten entender cómo se comporta la física del núcleo. Son como las inferiores: no juegan en primera, pero sin ellos no hay futuro.

Después vienen los reactores multipropósito, los mediocampistas mixtos. Producen radioisótopos, hacen ensayos tecnológicos y hasta generan haces de neutrones para estudiar materiales. Juegan en casi toda la cancha.

Por último, están los reactores de potencia, delanteros por naturaleza: los que convierten. Convierten energía nuclear en electricidad, y abastecen a millones de personas.

Argentina tiene experiencia en los tres, y los empezó a desarrollar cuando todavía había gritado unos pocos goles mundialistas.

El partido atómico: 60 años jugando con reacción

El proyecto nuclear argentino arrancó en 1958 con el RA-1, un pequeño reactor de investigación instalado en el Centro Atómico Constituyentes. El modelo venía de Estados Unidos, pero fue adaptado, operado y mantenido por científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en un momento en que nadie en la región hablaba de energía nuclear.

Cinco años después, en 1963, se construyó el RA-2, también en Constituyentes. Diseñado y construido por la CNEA, fue el primer reactor completamente nacional, y sirvió para entrenar operadores, validar configuraciones de núcleo y consolidar el saber hacer local.

En 1967 se inauguró el multipropósito RA-3 en el Centro Atómico Ezeiza. Fue provisto por Estados Unidos, pero con el tiempo se nacionalizó completamente. Hoy opera con combustible fabricado por CONUAR, sigue produciendo radioisótopos para la medicina nuclear en todo el país y permite ensayar materiales y combustibles nucleares.

Un año después se incorporó el RA-0 en Córdoba, un reactor académico destinado a la formación universitaria y tareas experimentales.

RA-3 Reactor nuclear
Pileta del reactor RA-3.

Esa experiencia acumulada fue un tiro libre desde el borde del área: la CNEA puso el centro, e INVAP apareció para cabecear. Ese juego en equipo derivó en Argentina desarrollando sus propios diseños, e incluso construyendo reactores similares para Argelia, Perú, Egipto y Australia. Las exportaciones de INVAP incluyeron asistencia técnica, entrenamiento de operadores y provisión de insumos. No solo la rompemos de local, también la tocamos de visitante con la camiseta bien puesta.

Hasta ese momento, todos los reactores eran de investigación o experimentación. Pero en 1974, Argentina inauguró Atucha I, la primera central nuclear del país y de América Latina, equipada un reactor de agua pesada y uranio natural de 362 MW. Si bien el diseño fue alemán, la construcción, operación y mantenimiento estuvieron en manos 100% argentas. En 2024, después de 50 años de servicio, entró en una parada prolongada de reacondicionamiento para extender su vida útil otras dos décadas.

En los ’80 se sumaron más actores. El RA-6 se inauguró en 1982, en Bariloche. Diseñado y construido por INVAP, forma parte del Instituto Balseiro y es una de las pocas instalaciones en Latinoamérica que combina reactor, universidad e industria tecnológica bajo un mismo techo.

Reactor nuclear RA-6
Reactor RA-6.

En 1984 entró en operación Embalse, en Córdoba, una central con tecnología canadiense tipo CANDU que también funciona con uranio natural y agua pesada. Tiene una potencia de 683 MW, y en 2015 se detuvo para una renovación completa. Fue modernizada con participación nacional, y volvió a operar en 2019, con una vida útil extendida hasta 2040.

En paralelo, se incorporaron más reactores de baja potencia. El RA-4, donado por Alemania, se instaló en la Universidad Nacional de Rosario para la formación académica. En 1997, se sumó el RA-8, un reactor crítico experimental construido por la CNEA en Pilcaniyeu, destinado a validar configuraciones de núcleo.

Finalmente, en 2014, entró en operación Atucha II, la tercera central del país. Su construcción comenzó en los ’80, pero se reactivó décadas después. Hoy funciona con 745 MW y completa el parque nuclear de potencia argentino.

Parque Nuclear Atucha
Parque Nuclear Atucha.

Con estos desarrollos, nuestra nación consolidó una infraestructura que no solo resistió el paso del tiempo, sino que creció, se diversificó y se proyectó al exterior. Construimos ocho reactores de investigación, tres centrales de potencia, laboratorios críticos, fábricas de combustible, y diseñamos modelos propios que llegaron al mundo.

Después de más de seis décadas de historia, nuestro país sigue pidiendo la pelota. Y ahora, incluso, está por debutar una nueva generación.

Nuevos reactores, nuevos jugadores, mismos colores

Por un lado, avanza la construcción del RA-10, un reactor multipropósito con pasta de referente global. Por el otro, sigue en marcha el CAREM-25, un diseño modular de potencia. Y como si fuera poco, YPF se suma al equipo con una división dedicada al uranio, al combustible y a empujar el juego comercial.

En el Centro Atómico Ezeiza ya está entrando en calor el RA-10, obra de INVAP y la CNEA junto con más de 80 empresas locales. Este multipropósito de piscina abierta es de diseño 100% argentino y 30 MW. Y aunque no produce potencia, su tecnología es el doble de moderna, precisa y versátil que la de los Atucha. Sale a la cancha para 2026. Sí… justo a tiempo para jugar el próximo Mundial.

¿Querés saber qué tan picante es este proyecto? El RA-10 va a tener la capacidad de cubrir hasta el 20% de la demanda mundial de molibdeno-99, un isótopo clave para la medicina nuclear. También va a producir lutecio-177 —usado en tratamientos avanzados contra el cáncer de próstata—, dopar silicio para la industria electrónica y abrir nuevas líneas de investigación con dos laboratorios que vienen con chapa propia: el Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN) y el Laboratorio de Ensayos de Materiales Irradiados (LEMI).

RA-10 INVAP Argentina
Pileta del RA-10 siendo colocada en obra.

El CAREM-25 juega en otra posición. Es un reactor modular de 25 MW eléctricos, pensado para llevar energía a zonas remotas, polos industriales o lugares donde una central grande no tendría sentido. Su diseño es compacto, seguro, y escalable —se puede replicar en diferentes potencias según la necesidad. Se construye dentro del predio de Atucha y, a pesar de los vaivenes presupuestarios, sigue firme y con un 70% de avance.

Si llega a entrar en operación, el CAREM puede cambiar el juego: sería el primer reactor de potencia modular del país. No necesita ser gigante para hacer diferencia. Es preciso, adaptable y capaz de llegar a donde otros no pueden.

CAREM-25 Reactor Nuclear
Reactor CAREM-25.

Mientras tanto, YPF también quiere sumar minutos en este campeonato. Con su nueva unidad de negocios, YPF Nuclear, el objetivo es usar los ingresos del gas y el petróleo para financiar industrias estratégicas como el litio, el hidrógeno… y la energía nuclear. La primera jugada concreta será reactivar el yacimiento Cerro Solo, en Chubut, uno de los principales reservorios de uranio del país. Hoy Argentina importa el uranio que usan sus centrales, pero la idea es cambiar ese esquema. YPF busca reactivar la producción local, cerrar el ciclo de combustible y abastecer proyectos como el CAREM.

Tecnología que transpira la camiseta

Argentina no improvisa cuando se trata de energía nuclear. Tiene memoria, oficio y una manera muy nuestra de seguir jugando incluso cuando tocan los penales en contra. En cada central, en cada laboratorio, hay talento que no se ve en la tribuna, que no busca titulares y que juega el partido largo con cabeza fría y corazón caliente.

Hoy no solo seguimos en cancha, salimos a buscar el partido. Con nuevos modelos en desarrollo, combustible nuclear propio y exportaciones que valen más que un buen centro. No vendemos humo, llevamos un proyecto sostenido con técnica, tiempo y convicción.

Porque en este país donde los partidos se juegan con la presión de la hinchada, el VAR político y el pasto siempre alto, el proyecto nuclear argentino todavía busca el arco rival. No juega al pelotazo. Toca, piensa, se planta. Y si la caprichosa sigue girando entre gente que sabe lo que hace… ojo, que el próximo gol puede ser de campeonato.

Tal vez te interese: Reporte Ad Astra #8 – La nueva intimidad digital: amor y soledad en tiempos de IA

1 COMENTARIO

  1. Está buena la nota, buen resumen, la analogía futbolera, sólo restaría asociar, para que no parezca que las cosas simplemente suceden por si solas, las diversas etapas de desarrollo e involución de los protocolos la proyectos nucleares a las características de los gobiernos de turno. P.ej., si durante la presidencia de Néstor Kirchner no se hubiese recuperado a Antúnez y a todo el equipo que se reorganizó a su alrededor, Atucha II sería sólo un cementerio de AISI 304L, como lo fué la planta de reprocesamiento de Ezeiza luego de su paralización a fines de los ’80 (por lo que creo no es mencionada en el artículo).
    Y el CAREM no habría alcanzado el grado de desarrollo que ostenta, pese a su parálisis actual y durante el gobierno del macrismo.
    Saludos

Deja un comentario