Esta semana, la noticia de que una empresa estadounidense habría adquirido la patente del reactor modular ACR-300 de INVAP desató un debate intenso. No se trata solo de un acuerdo comercial: está en juego el modelo de desarrollo tecnológico del país y el lugar que ocupa la Argentina en el escenario global de la energía nuclear. INVAP, que construyó su prestigio a fuerza de proyectos complejos, desde satélites hasta reactores de investigación, enfrenta ahora la disyuntiva entre ampliar su alcance internacional o arriesgar parte de su soberanía tecnológica.

¿Qué está en juego al ceder propiedad intelectual?
La patente del ACR-300 no es un simple papel, concentra años de investigación y conocimiento acumulado por INVAP y la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Si bien Argentina construyó una trayectoria sólida en exportación de tecnología nuclear —con contratos exitosos en Egipto, Australia o Arabia Saudita—, la cesión de propiedad intelectual supone un escenario distinto. Una patente transferida o coproducida en el exterior puede significar que el valor agregado y las cadenas industriales se trasladen a otros mercados, debilitando el ecosistema local de ingenieros, técnicos y proveedores.

Riesgos y oportunidades para el posicionamiento tecnológico e industrial
La ingeniería nuclear argentina es competitiva porque integra diseño, licenciamiento y fabricación. Si esos eslabones se fragmentan, el país corre el riesgo de convertirse en un mero proveedor de ideas, perdiendo capacidad para producir tecnología completa.
Además, en un mundo donde los reactores modulares se proyectan como la próxima gran tendencia energética, quedar fuera de la fase de construcción y operación podría reducir la relevancia de Argentina en futuras alianzas estratégicas. A esto se suman las dudas sobre la solidez de los socios internacionales y el marco regulatorio que podría influir en el destino de la tecnología.
Sin embargo, cerrar acuerdos con empresas estadounidenses puede abrir puertas que serían difíciles de atravesar en solitario.
INVAP, pese a su talento y trayectoria, necesita financiamiento para llevar el ACR-300 de la ingeniería conceptual a la producción industrial. Una alianza global podría acelerar los tiempos de desarrollo, posicionar al reactor argentino en el competitivo mercado de los Small Modular Reactors (SMR) y garantizar su entrada en economías que requieren estándares regulatorios avanzados, como el de la Nuclear Regulatory Commission (NRC) de EE.UU. Esta proyección no solo implicaría prestigio, sino también la posibilidad de integrar cadenas de valor más amplias.
El desafío de negociar sin perder soberanía
Argentina está ante la necesidad de abrir su tecnología nuclear al mundo sin renunciar al control de lo que ha construido durante décadas. Una asociación internacional puede ser clave para acelerar el desarrollo del ACR-300, pero no debería implicar ceder la capacidad de innovar ni la posibilidad de producir en el país.
El ACR-300 es, al mismo tiempo, una oportunidad y una prueba. Puede consolidar a Argentina como un referente nuclear o convertirse en un ejemplo de cómo un activo estratégico se diluye fuera de fronteras. Lo que se decida ahora —vender, asociar o liderar— definirá el futuro de INVAP y el lugar del país en la transición energética.
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Lo único que hicieron, fue blanquearlo ¿Se acuerdan del “hackeo” que sufrió la CNEA? ¡Y justamente en los archivos del CAREM y documentación afín! Bien, ya lo “lograron”; obviamente, de la mano del gobierno argentino actual, que funge de virrey con el mayor esmero.