Nuestro planeta está rodeado de satélites que desempeñan funciones esenciales para la ciencia, la comunicación y la navegación. Sin embargo, el crecimiento exponencial de estos dispositivos está generando una preocupación creciente: el aumento descontrolado de basura espacial en órbita.

Un problema en crecimiento

Según el Informe sobre el Medio Ambiente Espacial 2024 de la Agencia Espacial Europea (ESA), el número de objetos en órbita sigue en aumento.

En la actualidad, las redes de vigilancia espacial rastrean unos 35.000 objetos, de los cuales solo 9.100 son satélites activos. El resto son fragmentos de satélites, etapas de cohetes y componentes de misiones en desuso.

Más alarmante aún es que se estima que hay más de un millón de fragmentos mayores a un centímetro, capaces de causar daños catastróficos.

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Animación de la Oficina de Desechos Espaciales de la Agencia Espacial Europea (ESA) sobre la basura espacial en órbita alrededor de la Tierra.

Una órbita cada vez más congestionada

El 2023 fue un año récord en lanzamientos, con la mayor cantidad de satélites puestos en órbita en la historia.

La mayoría de estos dispositivos forman parte de constelaciones comerciales en la órbita baja terrestre, principalmente entre los 500 y 600 km de altitud, lo que ha generado una concentración preocupante en ciertas regiones del espacio.

Esta situación ha obligado a los satélites activos a realizar cada vez más maniobras de evitación de colisiones, aumentando los costos y la complejidad de las operaciones espaciales.

Un choque entre satélites o con basura espacial podría generar una nube de escombros que afectaría a otras misiones y podría provocar un efecto en cadena conocido como “síndrome de Kessler”, en el cual las colisiones sucesivas convertirían ciertas órbitas en intransitables.

Los esfuerzos de mitigación

A pesar de los esfuerzos por reducir la generación de basura espacial, los avances han sido insuficientes para detener el crecimiento del problema.

Aunque el número de reingresos controlados de satélites y cuerpos de cohetes ha aumentado, todavía hay un gran porcentaje de dispositivos que permanecen en órbita tras el fin de su vida útil.

Las normativas de mitigación de basura espacial han evolucionado con el tiempo. En 2023, la ESA revisó sus directrices, reduciendo el límite de permanencia en órbita tras el fin de la misión de 25 a 5 años.

Además, iniciativas como el “Zero Debris Approach” buscan eliminar por completo la generación de escombros en futuras misiones.

Tecnologías emergentes para la eliminación de escombros

Ante la urgencia del problema, diversas agencias espaciales y empresas privadas están desarrollando tecnologías innovadoras para la captura y eliminación de desechos orbitales.

Una de las soluciones más avanzadas es la misión ClearSpace-1, liderada por la ESA, que busca capturar escombros con un brazo robótico y desorbitarlos de manera controlada. De manera similar, Astroscale está desarrollando satélites equipados con imanes para atraer y remover satélites fuera de servicio.

Otras iniciativas incluyen el uso de redes y arpones espaciales para atrapar escombros, así como el desarrollo de tecnologías de arrastre atmosférico que aceleran la reentrada de objetos en la atmósfera terrestre, reduciendo el tiempo que permanecen en órbita.

El futuro de la exploración espacial en riesgo

El problema de la basura espacial no solo afecta a los satélites comerciales y científicos, sino también a los planes de exploración humana. La seguridad de las futuras misiones a la Luna y más allá depende de mantener rutas de tránsito seguras en órbita baja y cislunar.

Sin la aplicación de medidas más estrictas, el acceso al espacio podría volverse cada vez más complicado y peligroso.

El futuro de la exploración depende de nuestra capacidad para gestionar y reducir este problema antes de que sea demasiado tarde.

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