En un momento en el que la Luna está en el centro de atención, principalmente desde que la nave india Chandrayaan-3 logró aterrizar en el polo sur del satélite, nunca está de más recordar una de las misiones lunares más importantes en la historia de la humanidad.
Este 20 de septiembre, se cumplen 53 años desde que la sonda soviética Luna-16 aterrizó en la Luna para recuperar una muestra de suelo. Y, tan solo cuatro días después, se convirtió en la primera nave robótica en traer dichas muestras a la Tierra.
Antes de esta misión, la URSS había fracaso cinco veces a la hora de devolver a nuestro planeta una muestra de la Luna.
En ese momento, esta representó la tercera vez que se lograba traer muestras lunares a la Tierra, aunque en las otras dos (Apolo 11 y 12), se logró gracias a que seres humanos caminaron sobre el satélite natural.
¿Cómo estaba compuesta la nave?
Luna-16 estaba formada por dos etapas adjuntas: una etapa de ascenso estaba montada en la parte superior de una etapa de descenso.
La etapa de descenso era cilíndrica y tenía cuatro patas de aterrizaje que sobresalían del fuselaje. Además, poseía un motor que se utilizó para frenarla, a lo que se sumaba un banco de chorros de empuje más pequeños para lograr el aterrizaje final.
La etapa de descenso también estaba equipada con una cámara de televisión, monitores de radiación y temperatura, y un brazo extensible con un equipo de perforación para la toma de muestras.
Finalmente, tras lograr su objetivo, el 24 de septiembre Luna-16 regresó a la Tierra con 101 gramos de suelo lunar, aterrizando, mediante un paracaídas, a unos 80 kilómetros al sureste de Jezkazgan en Kazajistán.
Una de las grandes curiosidades es que tres pequeñas partes de esas muestras (0,2 gramos) fueron vendidas en una subasta en Sotheby por US$ 442.500 en 1993, lo que hoy equivaldría a casi un millón de dólares.
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