Un informe publicado por el analista de defensa Todd Harrison encendió las alarmas en Washington. El sistema de defensa antimisiles Golden Dome podría costar varios billones de dólares, según cómo se lo diseñe. La estimación choca de frente con las cifras que venían circulando: Donald Trump había calculado en mayo que el proyecto demandaría US$ 175.000 millones en tres años, mientras que la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) proyectó entre 161.000 millones y 542.000 millones en dos décadas. Harrison, en cambio, llevó el cálculo al extremo. Estima una inversión de US$ 3.600.000 millones en veinte años para un escenario de “defensa robusta contra todas las amenazas”.

El 2 de octubre, frente a periodistas, el investigador principal del American Enterprise Institute mostró cómo llegó a semejante número. La clave está en el Defense Futures Simulator, una herramienta pública en línea que permite modelar arquitecturas de defensa y sus costos en base a datos reales.

“Lo importante no es tirar una cifra, sino mostrar las suposiciones detrás”, explicó. Variables como la altitud orbital de los interceptores, el punto mínimo de interceptación o el tiempo de vuelo del misil enemigo cambian por completo el resultado.

Una constelación que dispara los costos

El Golden Dome fue ordenado por Trump en enero de 2025 y busca proteger a Estados Unidos de misiles balísticos, hipersónicos y de crucero mediante una red global de sensores e interceptores. El Congreso ya comprometió US$ 25.000 millones como primer desembolso en julio de ese año.

El verdadero problema está en los interceptores espaciales, satélites en órbita diseñados para detectar y destruir misiles en las fases iniciales de vuelo. Pequeñas diferencias en la altitud de interceptación disparan la cantidad necesaria.

El simulador de Harrison calculó nueve escenarios: tres para fase de impulso, tres para fase de planeo y tres para fase media. Los resultados son impresionantes. Para neutralizar cinco misiles en fase de impulso hacen falta 5.000 interceptores en órbita. Para interceptar 50 misiles, 50.000 satélites. Una defensa capaz de enfrentar 250 misiles exigiría 250.000 interceptores.

Y aun así, aclaró, no alcanzaría si Rusia o China lanzaran todos sus misiles intercontinentales al mismo tiempo. El motivo es el alcance limitado de cada interceptor, pues se necesitan miles para garantizar cobertura global permanente.

La obsesión con la fase de impulso

El principal factor que infla los costos es la exigencia de interceptar misiles en fase de impulso. Trump ordenó que los interceptores espaciales ataquen en ese momento, cuando el misil aún está sobre territorio enemigo y antes de desplegar cabezas de guerra o señuelos.

Pero esa estrategia es la más costosa, ya que obliga a colocar miles de interceptores por cada misil enemigo. En cambio, un enfoque en fase media permitiría cubrir mayores áreas con menos satélites, reduciendo drásticamente la magnitud del sistema.

“Hay quienes defienden la interceptación en fase de impulso como si fuera un dogma religioso”, ironizó Harrison, “pero se niegan a mirar los números”.

Por ahora, el general Michael Guetlein, jefe del programa, trabaja en una arquitectura preliminar que combine interceptores terrestres, marítimos y espaciales. Sin embargo, no se esperan aún definiciones finas sobre la constelación orbital.

Harrison concluyó que su simulador puede generar cifras muy distintas según los supuestos, pero todas están respaldadas por datos verificables. Lo que queda claro es que, con las condiciones actuales, el Golden Dome amenaza con convertirse en uno de los proyectos militares más caros de la historia.

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