La corporación rusa RSC Energia obtuvo una patente para una arquitectura de estación espacial que apunta a resolver uno de los problemas crónicos de la vida en órbita: la microgravedad sostenida. El concepto, publicado por la agencia estatal TASS, propone un sistema con módulos habitables que giran alrededor de un eje central para producir “gravedad” mediante fuerza centrífuga, con un objetivo declarado de 0,5 g –la mitad de la gravedad terrestre.
Según el informe, la patente describe una estructura axial con partes estáticas y rotatorias, conectadas mediante una unión flexible y hermética, a la que se acoplan radialmente los hábitats. La tripulación viviría en esos módulos, que rotarían alrededor del eje para generar una aceleración “hacia el piso” del módulo, simulando la gravedad.
En términos de ingeniería, el esquema se parece a un anillo o rueda de gravedad artificial, compuesto de varias piezas. La propia patente asume que una estación de ese tamaño exigiría múltiples lanzamientos y ensamblaje posterior en órbita.

Una idea prometedora, con una física complicada
El primer obstáculo de este diseño es que, para alcanzar 0,5 g, los módulos deberían rotar unas cinco revoluciones por minuto y tener un radio de 40 metros.
En la práctica, la aceleración centrífuga crece con el radio y con el cuadrado de la velocidad angular. Esa física es la que convierte a la gravedad artificial en una relación de compromiso. Cuanto más chico es el radio, más rpm se necesitan, y más rpm, comienzan a aparecer efectos indeseables, como mareos y desorientación por fuerzas de Coriolis.
De cualquier manera, el interés por generar gravedad justifica las complicaciones técnicas, ya que la microgravedad deteriora el cuerpo. La NASA, por ejemplo, documenta pérdidas relevantes de densidad ósea y debilitamiento muscular, incluso con medidas como ejercicio y protocolos de nutrición. En particular, sin precauciones, los huesos de carga pueden perder alrededor de 1% de densidad por mes.
En ese contexto, una estación con gravedad artificial podría habilitar etadías más largas en órbita o incluso el tránsito interplanetario, donde pasar meses en microgravedad sería moneda corriente.
Además del inconveniente del radio, otro problema es sería el abastecimiento, que incluiría la necesidad de acoplar naves de transporte a un sistema en rotación. Coordinar el movimiento relativo para atracar de forma segura complica la operación y puede comprometer la seguridad.
Un concepto oportuno en la era post-ISS
Rusia no informó plazos ni recursos para convertir la patente en hardware, pero el timing no es casual, ya que la Estación Espacial Internacional (ISS) se encamina a su cierre. La NASA mantiene el objetivo de retiro controlado hacia 2030 y ya seleccionó a SpaceX para desarrollar el vehículo de desorbitado que habilitaría esa maniobra. En paralelo, Rusia confirmó apoyo operativo en la estación hasta 2028, mientras crecen los planes de estaciones nacionales y comerciales.
Por ahora, la “estación con gravedad” rusa es solo una patente. Pero aparece en el momento justo, con la ISS en cuenta regresiva, muchos actores están tratando de definir qué viene después. Y en esa discusión, la gravedad artificial vuelve a ponerse sobre la mesa, no como ciencia ficción, sino como una condición operativa para misiones largas y estancias sostenidas.
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