Las megaconstelaciones de satélites ya afectan a los telescopios espaciales y podrían arruinar la mayoría de las observaciones hacia 2035

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El crecimiento acelerado de las constelaciones satelitales en órbita terrestre baja (LEO) dejó de ser un problema exclusivo de la astronomía desde Tierra. Un nuevo estudio, publicado en la revista Nature, advierte que los reflejos de estas flotas ya están contaminando imágenes de telescopios espaciales y que, de mantenerse la tendencia actual, la mayoría de las observaciones científicas podrían verse afectadas hacia finales de la década de 2030.

Actualmente orbitan la Tierra unos 15.000 satélites. Más de la mitad pertenece a Starlink, la red de internet satelital de SpaceX, que ya supera las 9.000 unidades activas. En 2023, astrónomos confirmaron que algunos de estos satélites generan estelas brillantes en imágenes del Telescopio Espacial Hubble, producto de la reflexión de la luz solar en sus superficies. Esas estelas no solo arruinan fotos, sino que también pueden ocultar o imitar señales astronómicas reales.

Estelas de satélite observadas en imágenes del Telescopio Espacial Hubble tomadas entre 2002 y 2021. Fuente: S. Kruk, Nature Astronomy.

Qué pasará si se lanzan todas las constelaciones previstas

El nuevo trabajo, liderado por Alejandro Borlaff, astrofísico del Centro Ames de la NASA, es la primera cuantificación detallada del impacto potencial sobre telescopios espaciales. El equipo modeló cómo se verían las futuras megaconstelaciones desde cuatro observatorios, Hubble y SPHEREx, ya en operación, y dos misiones planificadas, el telescopio chino Xuntian y ARRAKIHS, de la Agencia Espacial Europea (ESA).

Usando datos orbitales de la base Planet4589, los investigadores simularon unos 18 meses de observaciones bajo distintos escenarios, desde 100.000 hasta un millón de satélites.

Los resultados indican que si se despliegan los 560.000 satélites que hoy están en planes regulatorios, una de cada tres imágenes del Hubble contendría al menos una estela satelital. En el caso de SPHEREx, Xuntian y ARRAKIHS, más del 96% de las exposiciones quedarían afectadas.

Uno de los puntos centrales del estudio es que el daño científico no puede revertirse con procesamiento de imágenes. Algunas técnicas, como el enmascaramiento, permiten ocultar una estela, pero no recuperar la información original.

“El ruido fotónico de la luz solar reflejada borra los datos originales”, explicó Borlaff. “Esa parte de la imagen se pierde para siempre”.

El astrónomo Patrick Seitzer, de la Universidad de Michigan, calificó los resultados como “realmente aterradores”.

Mitigación: soluciones parciales y nuevos riesgos

Una de las soluciones analizadas consiste en ubicar las grandes constelaciones satelitales por debajo de la altitud de los telescopios espaciales, donde los satélites pasan más tiempo en la sombra de la Tierra y reflejan menos luz. Sin embargo, esa opción tiene costos adicionales.

Las órbitas más bajas aumentan la fricción atmosférica, lo que acorta la vida útil de los satélites y aumenta las reentradas. Además, estudios recientes advierten que los materiales liberados durante la desintegración podrían afectar la capa de ozono. Por otro lado, los satélites más bajos suelen verse más brillantes desde Tierra, trasladando el problema a los observatorios terrestres.

Un debate que excede a la astronomía

Para Borlaff, el problema requiere una discusión más amplia. “Esto no es solo un tema de astronomía”, sostuvo. “Hay que evaluar cómo mantener un entorno orbital que siga siendo útil tanto para la ciencia como para la industria”.

Consultado sobre si es posible una mitigación real, Borlaff se define como un pesimista optimista. Los datos muestran qué ocurrirá si no se actúa. La incógnita, ahora, es si la regulación y la industria llegarán a tiempo.

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