La inteligencia artificial (IA) se convirtió en el principal motor de inversión del sector tecnológico. En pocos años, el volumen de capital destinado a IA superó incluso a grandes programas históricos impulsados por los Estados, como el Proyecto Manhattan o el programa Apolo. El fenómeno empuja el crecimiento de un grupo reducido de grandes compañías, pero también despierta una pregunta que inquieta a inversores y reguladores: ¿estamos frente a una nueva burbuja financiera?
La atención hoy está puesta en dos factores clave. Por un lado, si la demanda real de soluciones de IA puede sostener el ritmo actual de gasto. Por otro, si las inversiones multimillonarias en chips, centros de datos e infraestructura terminarán generando los retornos prometidos.

Inversión y dudas récord
Desde la industria, algunas voces rechazan la idea de una burbuja. Morten Wierod, CEO de ABB, sostiene que el problema no es la falta de demanda sino los límites físicos para ejecutar proyectos de esa magnitud. La escasez de mano de obra y de capacidad de construcción, explica, hace que inversiones que se miden en billones de dólares lleven años en materializarse.
Algo similar expresa Jensen Huang, CEO de Nvidia. Desde su rol como principal proveedor de chips para IA, asegura que la demanda de las grandes empresas de computación en la nube sigue creciendo y que no observa señales de enfriamiento.
Sin embargo, Denis Machuel, CEO de Adecco, señala que existe una brecha entre la enorme oferta de herramientas de IA y la forma en que las empresas realmente las incorporan a sus procesos centrales. Según su visión, muchas organizaciones todavía no logran traducir la tecnología en mejoras concretas de productividad.
Por su parte, el recuerdo de crisis pasadas aparece con fuerza. Sundar Pichai, CEO de Alphabet, reconoce que hay “elementos de irracionalidad” en el mercado, en línea con advertencias que se escucharon antes del estallido de la burbuja puntocom.
Jeff Bezos, fundador de Amazon, coincidió en que el entusiasmo generalizado dificulta separar buenas ideas de proyectos poco sólidos. Sin embargo, marcó una diferencia importante. Una burbuja industrial no tiene el mismo impacto que una financiera. Incluso después de una corrección, sostuvo, la sociedad suele quedarse con avances tecnológicos valiosos.
Reguladores en alerta y fondos cautelosos
Las advertencias no se limitan a las empresas. El Banco de Inglaterra alertó que una corrección brusca vinculada a la IA podría golpear a los mercados globales y generar efectos relevantes sobre el sistema financiero británico.
Desde el mundo de las finanzas, Bryan Yeo, del fondo soberano de Singapur GIC, habló de una “burbuja de entusiasmo” en el capital de riesgo. Según explicó, muchas startups reciben valuaciones muy altas solo por llevar la etiqueta de IA, aun cuando sus ingresos son mínimos.
En cambio, Goldman Sachs mantiene una postura más optimista. Para su economista Joseph Briggs, la ola de inversión en infraestructura de IA en Estados Unidos es sostenible, aunque admite que todavía no está claro quiénes serán los grandes ganadores en un contexto de cambios tecnológicos rápidos y bajos costos de cambio.
Correcciones posibles, colapso improbable
Desde el Fondo Monetario Internacional, Pierre-Olivier Gourinchas planteó que podría haber un ajuste similar al de la era puntocom, pero descartó un colapso sistémico. A diferencia de otras burbujas, explicó, este proceso no está financiado principalmente con deuda, lo que reduce el impacto macroeconómico de una eventual corrección.
Incluso dentro del propio ecosistema de IA hay visiones prudentes. Sam Altman, CEO de OpenAI, reconoció que el mercado está sobreexcitado y que algunos inversores perderán grandes sumas, mientras otros ganarán fortunas. En el extremo más pesimista aparece el inversor Michael Burry, famoso por anticipar la crisis financiera de 2008, quien volvió a advertir sobre una burbuja en el sector.
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