Ucrania está ayudando a Estados Unidos a ponerse al día con la guerra moderna, por ahora

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LUCAS (Low-Cost Unmanned Combat Aerial System), dron kamikaze.

La guerra en Ucrania se convirtió en el campo de pruebas más relevante del mundo para la guerra moderna, y el Pentágono ya está incorporando lecciones que van desde nuevas tácticas hasta el uso intensivo de guerra electrónica y drones baratos. Sin embargo, varios analistas advierten que Washington todavía subestima el valor estratégico de su relación con Kiev, y que el verdadero aprendizaje sólo será posible si existe una cooperación más profunda.

El secretario de Defensa, Pete Hegseth, recibe información sobre una exhibición de sistemas autónomos multidominio en el Pentágono.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, en una exhibición de sistemas autónomos en el Pentágono, el 16 de julio de 2025. Fuente: Win McNamee / Getty Images.

Drones baratos, pruebas rápidas

El ejemplo más visible es LUCAS (Low-Cost Unmanned Combat Aerial System), un dron de ataque de un solo uso desarrollado por la empresa estadounidense SpektreWorks a partir del análisis de Shahed-136 rusos derribados en Ucrania. LUCAS se presentó este año en el Pentágono como un sistema de arquitectura abierta, útil para vigilancia, reconocimiento y operaciones coordinadas con otros drones.

El CENTCOM ya lo desplegó en misiones reales y lo está probando junto al Ejército. Sin embargo, fuentes de inteligencia aseguran que varios drones fallaron en operación, con desvíos de trayectoria y explosiones al despegar, pero el comando militar niega que haya problemas.

Para el Pentágono, los drones baratos permiten asumir riesgos y fracasar rápido y barato, para seguir innovando.

LUCAS no surge como una innovación propia, sino como un “emulador de amenazas” derivado de tecnología estudiada en Ucrania. La verdadera brecha es la escala demostrada en el frente: Ucrania y Rusia lograron lanzar entre 500 y 600 drones en un lapso de 24 horas, una capacidad que Estados Unidos todavía no posee.

“Esto muestra la velocidad con la que evoluciona la tecnología”, comentó el general Curtis King en una demostración antidrones realizada en Alemania.

Por su parte, Ucrania responde a los ataques masivos de drones rusos con soluciones simples y efectivas, que van desde interceptores baratos hasta piezas impresas en 3D cerca del frente. El Pentágono estudia esas tácticas de innovación en combate, y las incorpora a su entrenamiento. La instrucción más valiosa para el ejército estadounidense hoy proviene del frente ucraniano, no de sus laboratorios.

Cooperación limitada y fragmentada

La colaboración entre startups estadounidenses y unidades ucranianas existe, pero es puntual, informal y carece de estrategia. Kiev busca un acuerdo que permita compartir datos de combate en tiempo real, para que las empresas puedan detectar fallas más rápido y acelerar mejoras.

Esta falta de articulación está comenzando a evidenciarse. Muchos drones estadounidenses rindieron peor en el último año porque el Ejército no dispone de campos de prueba que reproduzcan la guerra electrónica rusa. El caso de Skydio es representativo. Sufrió bloqueos del GPS y recién en octubre anunció una actualización para operar en entornos desconectados y disputados. Ante la ausencia de pruebas realistas, varias compañías envían sus equipos directamente al frente para que las tropas ucranianas los testeen bajo fuego real.

Esa fragmentación no es sólo técnica, también es política. Durante julio, Volodímir Zelenski dijo que Donald Trump había mostrado interés en comprar drones ucranianos dentro de negociaciones sobre la guerra. Kiev interpretó intercambio como la posibilidad de una cooperación industrial sostenida si Trump recuperaba influencia en Washington.

Más tarde, el mensaje desde norteamérica tomó otro rumbo. Los mandos estadounidenses advirtieron que la posición militar de Ucrania no puede sostenerse ante una escalada rusa y con los recursos disponibles, y presionaron para aceptar un plan de paz que incluye ceder territorio y acotar la ayuda europea. Al mismo tiempo, reconocieron que la industria estadounidense no puede producir los sistemas de defensa aérea que Ucrania necesita. Para Kiev, la señal es contradictoria. Estados Unidos utiliza su experiencia para innovar, pero evita comprometerse.

El futuro de la guerra moderna depende de si Washington decide tratar a Ucrania como un socio real y no como un campo de pruebas. La experiencia que hoy se acumula en el frente puede definir la capacidad militar de la próxima década. Lo que falta es voluntad política para invertir en una relación estructural. Ucrania ya demostró que puede innovar bajo presión. La pregunta es si Estados Unidos está dispuesto a aprender a la misma velocidad y convertir esa experiencia en una ventaja duradera.

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