En Hawái, el Ejército de EE.UU. cerró uno de los ejercicios militares más complejos de los últimos años. Se trató de un escenario de guerra donde fuerzas terrestres, navales y aéreas operaron juntas, utilizando drones y fuego de largo alcance desde tierra.
El despliegue formó parte del Centro de Preparación Multinacional Conjunto del Pacífico (JPMRC), un ciclo de dos semanas que reunió a todas las ramas militares estadounidenses y a fuerzas de siete países aliados. El objetivo fue probar tecnologías nuevas, ajustar procedimientos y ensayar el combate en un entorno multidominio, donde cada unidad tiene acceso a información, sensores y fuego de precisión.

El ejercicio incluyó una simulación de ataque anfibio sobre varias islas del archipiélago. La 25.ª División de Infantería actuó como fuerza principal de maniobra. Una unidad de artillería operó un planeador no tripulado recién incorporado, mientras unidades equipadas con HIMARS (Sistema de Artillería de Cohetes de Alta Movilidad) interceptaban drones enemigos.
En paralelo, paracaidistas enviados desde Alaska saltaron sobre un área de entrenamiento en Hawái con apoyo de la Guardia Nacional Aérea. Además, cuatro lanzacohetes HIMARS volaron en aviones C-17 Globemaster III hasta la isla Wake, realizaron una incursión simulada y regresaron a Hawái. Son maniobras pensadas para el Indo-Pacífico, donde las grandes distancias obligan a mover equipos pesados por vía aérea y cambiar de isla en pocas horas.
“Tenemos material viejo, material nuevo y estamos peleando de una forma distinta”, resumió el coronel Dan Von Benken.
La transformación acelerada del Ejército
El ejercicio es parte de la iniciativa “Transformación en Contacto”, un programa de modernización que comenzó en 2023 con tres brigadas experimentales y hoy alcanza a toda la división. El objetivo es modificar la estructura organizacional durante el entrenamiento, mientras se validan tecnologías y procedimientos, para que la transformación lleve semanas y no años.
Según el sargento mayor de la 25.ª División, Shuan Curry, al finalizar el ejercicio “toda la división se habrá reestructurado”.
Incluso el vicejefe del Ejército, general James Mingus, estuvo presente y recibió observaciones técnicas y tácticas directamente de los oficiales en el terreno.
Entre el desarrollo del hardware y el control y comando
La división probó al mismo tiempo HIMARS, municiones merodeadoras, drones, guerra electrónica e inteligencia artificial. El objetivo fue evaluar cómo integrar efectos cinéticos y no cinéticos, y medir su impacto en la velocidad de decisión.
La conclusión inicial es que la tecnología permite detectar y atacar mucho más rápido, pero los procesos de autorización no están adaptados.
“Introdujimos tecnología, pero no actualizamos el proceso”, resumió el general Mingus, tras casos en los que el fuego demoró una hora pese a contar con datos inmediatos.
El Pentágono apunta a una artillería que combine cohetes guiados, artillería de 155 mm, drones kamikaze y guerra electrónica. El ritmo de fuego en Ucranial, de hasta 5.000 disparos diarios, demuestra que la artillería tradicional sigue siendo decisiva. Sin embargo, otra prioridad es el comando y control. La nueva generación de C2 busca que toda la división comparta datos en tiempo real y pueda decidir más rápido, incluso bajo interferencia. Tras años de pruebas experimentales, el Ejército la introduce por primera vez en dos divisiones completas, la 25.ª y la 4.ª. El beneficio principal es mantener una visión compartida de la batalla a medida que las unidades se dispersan.
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