La tripulación de la misión Shenzhou-20 debía regresar este miércoles a la Tierra, pero el retorno se pospuso tras detectarse un posible impacto con fragmentos de basura espacial. El incidente, confirmado por la Agencia Espacial Tripulada de China (CMSA), representa un hecho inusual en el programa espacial del país y plantea nuevas alertas sobre la creciente congestión orbital.
El plan original preveía que la cápsula Shenzhou-20 aterrizara en el norte de China tras una estadía de seis meses en la estación espacial Tiangong. Sin embargo, el CMSA anunció que el retorno se pospuso “para realizar un análisis de impacto y una evaluación de riesgos”, sin precisar una nueva fecha. Se sospecha que la nave fue golpeada por pequeños fragmentos de desechos orbitales, aunque la magnitud del daño todavía se desconoce.
Este es el primer retraso en una misión Shenzhou causado por basura espacial, un riesgo cada vez más presente en la órbita baja terrestre. Hasta ahora, las demoras de retorno habían estado vinculadas a factores meteorológicos, como ocurrió con la misión Shenzhou-19 en abril.

La situación actual en la estación Tiangong
La Shenzhou-20, que transportó a los astronautas Chen Dong, Chen Zhongrui y Wang Jie, se encuentra acoplada a la estación Tiangong junto con la Shenzhou-21, que arribó la semana pasada con la nueva tripulación. Ambos equipos están atravesando el período de relevo, durante el cual se transfieren tareas y sistemas antes del regreso de la tripulación saliente.
El CMSA no aclaró si el posible impacto se produjo mientras Shenzhou-20 orbitaba de forma independiente o estando aún acoplada al módulo principal de Tiangong.
Si el daño resultara irreparable, la agencia podría utilizar la Shenzhou-21 para traer de regreso a la tripulación anterior. En caso extremo, una nave de respaldo está lista para ser lanzada desde el Centro Espacial de Jiuquan, en el desierto de Gobi.
Un problema cada vez más serio: la basura espacial
El incidente pone de relieve uno de los mayores desafíos de la exploración moderna, los 30.000 objetos mayores a 10 centímetros que orbitan la Tierra, además de millones de fragmentos menores imposibles de rastrear. Estos restos, provenientes de cohetes, satélites inactivos o explosiones en órbita, viajan a velocidades de hasta 28.000 km/h y pueden causar daños severos incluso con impactos mínimos.
China no es ajena al problema. En 2021, Beijing informó a la ONU que su estación Tiangong debió realizar maniobras de evasión para evitar colisiones con fragmentos de satélites Starlink.
El crecimiento exponencial del tráfico espacial llevó a que organismos internacionales y científicos reclamen un marco global de coordinación orbital. La ONU propuso la creación de una base de datos compartida de objetos en órbita, mientras que el presidente Xi Jinping impulsó la creación de un centro de observación de desechos espaciales en cooperación con países árabes.
El riesgo permanente del espacio
Aunque el retraso de Shenzhou-20 podría resolverse pronto, el episodio recuerda que la seguridad en órbita depende cada vez más de la gestión de desechos espaciales. Los antecedentes son elocuentes. En 2024, dos astronautas de la NASA permanecieron nueve meses adicionales en la Estación Espacial Internacional debido a problemas técnicos con la cápsula Boeing Starliner.
En este contexto, el caso chino refuerza una advertencia que la comunidad científica repite desde hace años. Sin políticas globales de limpieza y control, el espacio cercano a la Tierra podría volverse inoperable para futuras misiones tripuladas.
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