La Luna vuelve a estar en el centro de la agenda científica, esta vez por un recurso que podría definir el futuro de la exploración espacial: el agua congelada. Su presencia ya fue confirmada, pero los científicos aún desconocen cuánta hay, cómo se distribuye y en qué estado se encuentra. Resolver ese enigma es clave para convertirla en una fuente de oxígeno, combustible y abastecimiento para las futuras bases humanas que se planean sobre el satélite.
En ese contexto, del 12 al 14 de noviembre se celebrará en Honolulu, Hawái, la 2ª Conferencia sobre Volátiles Polares Lunares, un encuentro que reunirá a investigadores de Estados Unidos, China, Canadá y distintas empresas espaciales. Allí se buscará coordinar esfuerzos internacionales ante el nuevo ciclo de misiones que explorará los polos lunares, con un objetivo común: comprender dónde, cuánto y cómo se esconde el hielo de la Luna.
Lo que aún no sabemos del agua en la Luna
Para Shuai Li, del Instituto de Geofísica y Planetología de la Universidad de Hawái, existen tres grandes vacíos en el conocimiento actual.
El primero es la falta de un relevamiento integral de los volátiles presentes en las regiones permanentemente sombreadas —conocidas como PSR, por sus siglas en inglés—. Son zonas donde el Sol nunca llega a iluminar y que actúan como trampas naturales de hielo. “Podría ser que el agua sea el componente más abundante, pero no tenemos un mapeo sólido. En muchos lugares apenas podría representar unos pocos puntos porcentuales en peso, o incluso menos”, explicó Li en una entrevista.
El segundo interrogante es cómo se distribuyen verticalmente esos compuestos. Aún no está claro si el hielo se concentra en la superficie, se mezcla con el regolito o se esconde a varios metros de profundidad.
Y el tercero es su origen. Sin muestras directas que permitan estudiar los isótopos y estructuras cristalinas, no es posible determinar si el agua proviene del bombardeo de cometas, del viento solar o de procesos internos de la Luna.
Misiones retrasadas y datos insuficientes
El investigador Norbert Schörghofer, del Planetary Science Institute, sostiene que el estudio de los volátiles polares “recién está comenzando”. Varias misiones, como el rover VIPER (Volatiles Investigating Polar Exploration Rover) de la NASA, sufrieron demoras que limitaron la obtención de datos confiables.
La única evidencia directa llegó en 2009 con la misión LCROSS, que impactó deliberadamente en un cráter del polo sur y detectó un 6 % de hielo en los restos eyectados. “Fue un experimento único, con instrumentos que no fueron diseñados específicamente para detectar volátiles. Necesitamos pruebas más sólidas y reproducibles”, señaló Schörghofer.
Tampoco los espectrómetros de las sondas orbitales lograron resultados concluyentes: las señales de hielo detectadas en superficie resultan inconsistentes. Y aunque las misiones Chang’e 5 y Chang’e 6 de China confirmaron la presencia de agua en las rocas lunares, el hielo propiamente dicho sigue siendo un misterio por la ausencia de exploradores que hayan descendido en los polos.

Ciencia y geopolítica en la Luna
La cooperación internacional en este campo avanza con lentitud, aunque hay señales de progreso. Un ejemplo destacado es el trabajo conjunto entre Estados Unidos y Corea del Sur a través del orbitador Danuri (KPLO), que lleva a bordo la cámara ShadowCam, diseñada por la NASA y la Universidad Estatal de Arizona para observar las regiones polares en sombra.
De todos modos, Schörghofer cree que la competencia entre Estados Unidos y China marcará la próxima etapa de la exploración lunar. “La colaboración internacional amplía el interés científico, pero en el fondo estamos ante una carrera entre dos potencias”, afirmó.
Compartir los hallazgos, una necesidad urgente
A falta de misiones de superficie, el panorama sobre los recursos lunares es incierto. “Las reservas conocidas y fácilmente recuperables son muy pequeñas por ahora”, reconoció Schörghofer. Para avanzar, será indispensable medir directamente el contenido de hielo con instrumentos dedicados y comparar resultados entre agencias.
Li coincide en la necesidad de compartir la información de forma abierta. “En los próximos años habrá muchas misiones hacia el polo sur. Sería enormemente beneficioso que los países compartan sus hallazgos, no solo por razones científicas, sino también para aprovechar los recursos en el lugar”, afirmó.
Una carrera por el agua del futuro
El hielo lunar representa mucho más que una curiosidad científica. Puede ser la clave para sostener una presencia humana permanente fuera de la Tierra. Pero antes de convertir ese sueño en realidad, los científicos deberán responder una pregunta tan simple como trascendental: ¿hay realmente agua en la Luna… y cuánta?
Por ahora, la respuesta sigue congelada en las sombras eternas de sus cráteres.
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