Una propuesta liderada por la Universidad de Michigan busca desplegar una flota de naves espaciales que actúen como centinelas del Sol. Su objetivo sería detectar con mayor precisión los llamados “tornados espaciales”, estructuras de plasma que pueden amenazar a satélites, redes eléctricas y sistemas de comunicación en la Tierra.
El proyecto, denominado Frontera de Investigación del Clima Espacial (SWIFT), plantea lanzar cuatro sondas de espacio profundo capaces de mejorar en un 40% la velocidad de las alertas de clima espacial. Tres funcionarían con propulsión convencional, mientras que la cuarta se estabilizaría mediante una vela solar de aluminio de un tercio del tamaño de una cancha de fútbol.
Esta última sonda ocuparía una órbita inestable más allá del punto de equilibrio gravitacional Lagrange 1 (L1), una posición privilegiada para observar la actividad solar en tiempo real. La vela permitiría mantener su ubicación sin gastar combustible, capturando el impulso de los fotones solares.
Aunque la misión todavía se encuentra en evaluación, el concepto fue presentado en un estudio financiado por la NASA y publicado en The Astrophysical Journal.
El desafío de observar lo invisible
Actualmente, varias sondas de la NASA y la Agencia Espacial Europea monitorean el Sol desde L1. Sin embargo, esa posición tiene una limitación: solo permite observar las eyecciones de masa coronal (CME) que se dirigen directamente hacia la Tierra. Las que emergen en otras direcciones o con orientaciones magnéticas distintas pueden formar vórtices de plasma o “tornados espaciales” que pasan inadvertidos.
Estos torbellinos, técnicamente llamados “cuerdas de flujo”, pueden alcanzar longitudes de hasta 4800 km y anchos de casi 10 millones de km. Su tamaño intermedio los hace difíciles de modelar, pues son demasiado pequeños para los estudios globales de CME y demasiado grandes para los modelos locales de campos magnéticos.
Los tornados solares se originan en el flujo constante de partículas cargadas que el Sol emite como viento solar. Cuando una CME rápida se propaga a través de ese flujo más lento, su frente de choque puede arrastrar masas de plasma que comienzan a girar, del mismo modo que una quitanieves lanza remolinos de nieve. Algunas de esas estructuras se disipan, pero otras se mantienen estables y viajan a lo largo del viento solar hasta las cercanías de la Tierra.
Si el campo magnético del plasma llega orientado hacia el sur —opuesto al de nuestro planeta—, la transferencia de energía entre el viento solar y la magnetosfera se intensifica, generando tormentas geomagnéticas. El evento de Quebec de 1989, que dejó a millones sin electricidad, es un ejemplo histórico de este fenómeno.
La formación SWIFT
El estudio propone colocar las cuatro naves en una formación piramidal. Tres sondas se ubicarían en un plano alrededor de L1 y la cuarta, equipada con la vela solar, se situaría más allá, como “punta de lanza” de la constelación. Esta disposición permitiría detectar en vuelo los tornados espaciales antes de que afecten el entorno terrestre. Según los autores, el sistema podría ofrecer alertas con horas de anticipación adicionales, clave para prevenir daños en infraestructura crítica.
Si se concreta, SWIFT sería el primer sistema diseñado específicamente para observar estas estructuras del clima espacial. Y con una simple vela de aluminio, podría darnos el tiempo necesario para prepararnos ante el próximo “tornado solar”.
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