La Luna es, en cierto sentido, un mundo de dos caras. El hemisferio que siempre mira hacia nuestro planeta y el que permanece oculto muestran paisajes muy diferentes. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature Geoscience, revela que esa dicotomía va mucho más allá de la superficie: también existe en su interior.

Las muestras de Chang’e-6 y una diferencia térmica inesperada

En junio de 2024, la misión china Chang’e-6 alunizó en la Cuenca Aitken del Polo Sur de nuestro satélite natural, parte del lado oscuro de la Luna, y recolectó suelo y fragmentos de roca con pala y taladro. El material volvió a la Tierra semanas después.

El análisis químico de esas muestras reveló que se formaron hace unos 2.800 millones de años, cuando lava proveniente del manto, a unos 100 km de profundidad, cristalizó a 1.100°C.

Los investigadores compararon estos datos con 33 muestras obtenidas en el lado visible de la Luna obtenidas durante las misiones Apolo y por la sonda china Chang’e-5 en 2020. El resultado fue sorprendente: el material de la cara oculta cristalizó a temperaturas unos 100°C más bajas. Esto significa que el manto del hemisferio oculto es más frío y menos activo, lo que ayuda a explicar por qué esa cara tuvo menos vulcanismo y presenta una corteza más gruesa y montañosa en comparación con la cara visible. La diferencia, según los científicos, sigue vigente en la actualidad.

“Encontramos evidencia clara de una asimetría térmica entre el manto del lado cercano y el del lado lejano”, explicó Yang Li, geocientífico del University College de Londres y la Universidad de Pekín, autor principal del estudio.

Cuenca Aitken del Polo Sur lado oscuro
La Cuenca Aitken del Polo Sur, en la cara oscura de la Luna, es una de las formaciones de impacto más grandes y antiguas del sistema solar. Se aprecia fácilmente en los datos de elevación. El centro bajo es de color azul oscuro y morado. Las montañas en su borde, restos de los anillos exteriores, son de color rojo y amarillo. Fuente: NASA.

Dos hemisferios, dos historias

La cara visible de la Luna es más lisa y está cubierta por extensas llanuras volcánicas oscuras. La oculta, en cambio, muestra una corteza más gruesa, montañas y cráteres, y una actividad volcánica mucho menor en el pasado.

El vulcanismo lunar, como en la Tierra, se origina cuando roca fundida asciende desde el manto y atraviesa la corteza. Pero en el lado oculto, la falta de manchas basálticas sugiere un interior más frío y menos propenso a erupciones.

El equipo de investigadores propone que el manto del hemisferio oculto contiene menos uranio, torio y potasio, elementos que generan calor por desintegración radiactiva. Esa carencia explicaría la diferencia térmica entre ambos lados.

Para entender cómo se originó esa distribución desigual, los científicos manejan dos escenarios principales. El primero apunta a un impacto colosal. Un asteroide masivo que, en los inicios de la historia lunar, habría redistribuido el material interno y concentrado los elementos radiactivos en el lado visible.

El otro se basa en la llamada teoría de la “doble Luna”. En el pasado pudo existir una segunda luna más pequeña que orbitaba la Tierra y terminó fusionándose con la actual, dejando como huella las diferencias térmicas que todavía distinguen al hemisferio oculto del cercano.

Las muestras del lado oscuro: una pieza clave de la historia lunar

“Comprender el origen de esta dicotomía es fundamental para reconstruir la formación de la Luna, su evolución térmica y el desarrollo de su corteza”, señaló Li. Además, estos hallazgos ayudan a interpretar procesos similares en otros planetas y lunas del sistema solar.

Mientras tanto, la misión Chang’e-6 ya hizo historia. Por primera vez tenemos muestras físicas del hemisferio oculto, y con ellas una pista concreta de que la Luna, como un ser de dos rostros, guarda secretos distintos en cada lado.

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