La Luna volvió a instalarse en el centro de la política espacial norteamericana. El 3 de septiembre, el Comité de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado de Estados Unidos celebró una audiencia titulada “Se avecina una Luna Malvada”, en la que se advirtió que, si el programa Artemisa pierde impulso, China podría tomar la delantera en la carrera lunar.
El senador republicano Ted Cruz, presidente del comité, abrió la sesión con un mensaje tajante: un fracaso de Artemisa daría a China la oportunidad de consolidar una presencia dominante en la superficie lunar. Para Washington, la cuestión va más allá de la ciencia y la tecnología. Está en juego quién definirá las reglas sobre recursos, gobernanza y alianzas internacionales fuera de la Tierra.
Los especialistas invitados detallaron los avances recientes del programa espacial chino. Entre ellos, se incluyen la prueba de un sistema de aborto para un vehículo tripulado en junio, un disparo estático del cohete Long March 10 en agosto y la demostración de un módulo de alunizaje. Según el ex administrador de la NASA Jim Bridenstine, el teniente general retirado John Shaw, Allen Cutler —titular de la Coalición para la Exploración del Espacio Profundo— y Mike Gold —ejecutivo de Redwire—, Pekín progresa con una estrategia clara y sostenida, mientras que la NASA arrastra los vaivenes de las prioridades políticas cada vez que cambia la administración en la Casa Blanca.
El rol de Artemisa
El programa Artemisa se convirtió en la pieza central de la exploración lunar estadounidense. Se apoya en el cohete Space Launch System (SLS) y en la cápsula Orion, actualmente los únicos sistemas tripulados de espacio profundo en operación. Artemisa 2, la primera misión con astronautas que sobrevolará la Luna desde la era Apolo, está prevista para principios del próximo año. Para Artemisa 3, la NASA carece de un módulo de alunizaje operativo y depende de la Starship de SpaceX, contratada como sistema de aterrizaje humano.
Aunque Starship completó un vuelo de prueba exitoso el 26 de agosto, todavía debe demostrar capacidad de reabastecimiento en órbita y lograr un alunizaje no tripulado antes de llevar astronautas. Bridenstine advirtió que la necesidad de múltiples lanzamientos de reabastecimiento para cada misión hace vulnerable la arquitectura estadounidense y reduce las probabilidades de cumplir con los plazos, sobre todo frente al ritmo sostenido de China.

Gateway: una estación espacial fundamental, en disputa
Por su parte, la estación Gateway, pensada como punto de apoyo en órbita lunar para Artemisa, atravesó un camino de altibajos presupuestarios. El plan presidencial la había eliminado en 2026, pero el Congreso restituyó una partida de US$ 750 millones anuales hasta 2028.
Gold subrayó que más del 60% de los costos de Gateway recaen en socios internacionales, lo que representa miles de millones ya invertidos en hardware. Abandonar el proyecto significaría desperdiciar esa inversión y empujar a los aliados hacia China. En cambio, reafirmar el compromiso con la estación permitiría movilizar nuevas inversiones globales y fortalecer la posición estratégica de Estados Unidos.
Tensiones presupuestarias, órbita baja y liderazgo global
Los legisladores también debatieron sobre la distribución de recursos. La propuesta para 2026 privilegia la exploración lunar, pero lo hace a costa de recortes en áreas científicas fundamentales. Entre los programas afectados figuran la misión de defensa planetaria OSIRIS-APEX, las investigaciones heliosféricas, varios proyectos sobre ciencias de la Tierra y del clima, y una reducción de personal en centros emblemáticos de la NASA como Armstrong, Marshall y Goddard.
Cutler advirtió que frenar el impulso de Artemisa sería perjudicial para toda la cadena de proveedores, que ya involucra a unas 2700 empresas de diferentes tamaños, desde talleres familiares hasta contratistas de gran escala. Según explicó, la incertidumbre presupuestaria desalienta inversiones y debilita a las compañías más pequeñas, que no siempre pueden resistir interrupciones de contratos.
La audiencia también vinculó la continuidad de la Estación Espacial Internacional (ISS) y la transición hacia estaciones privadas con el liderazgo norteamericano en órbita baja. Gold advirtió que, sin apoyo firme, el número de astronautas estadounidenses en la ISS podría reducirse y, por primera vez, China podría tener más tripulantes en el espacio. Bridenstine coincidió en que perder presencia en la órbita baja no solo debilitaría a Estados Unidos, sino que empujaría a socios internacionales hacia la estación espacial Tiangong.
Shaw, por su parte, insistió en la necesidad de una estrategia espacial unificada que articule los esfuerzos civiles, comerciales y militares. Esa visión debería extenderse hasta una futura misión tripulada a Marte y fijar objetivos claros en áreas como energía nuclear, comunicaciones cislunares y gestión del espacio, evitando duplicaciones y esfuerzos fragmentados.

La disputa por el futuro
Para los especialistas, el desenlace de la nueva carrera lunar no será únicamente un hito tecnológico, sino un punto de inflexión geopolítico. Si China logra establecer primero una presencia estable en la Luna, Estados Unidos enfrentará un reajuste global que impactará en su economía, en su capacidad de innovación y en su seguridad nacional.
El senador Cruz cerró la audiencia con un mensaje que condensó la preocupación general. “Si nuestros adversarios alcanzan capacidades dominantes en el espacio, será un riesgo profundo para nuestra nación”.
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