Durante 15 años, un conjunto de radiotelescopios en la Tierra apuntó sin descanso hacia un punto remoto del universo, a billones de años luz. El resultado de esa paciente observación es una imagen impresionante que parece sacada de la fantasía. Aunque su aspecto recuerde al temido “Ojo de Sauron” de El Señor de los Anillos, lo que estamos viendo es un fenómeno astrofísico mucho más extremo: un blázar.

Blazar cuasar ojo de sauron

El protagonista de este hallazgo es PKS 1424+240, y la imagen obtenida con el Very Long Baseline Array (VLBA), publicada en un estudio en Astronomy & Astrophysics, es la más completa y detallada registrada hasta ahora.

De cuásares y blázares: faros cósmicos extremos

Para entender que es un blázar, primero tenemos que saber que es un cuásar.

Los cuásares son núcleos de galaxias activas, que brilla de forma descomunal porque un agujero negro supermasivo está engullendo materia a su alrededor. Parte de esa materia no cae al cosmos, sino que es expulsada en chorros de partículas que viajan casi a la velocidad de la luz. Estos chorros pueden brillar más que todas las estrellas de la galaxia juntas.

Un blázar es un tipo especial de cuásar en el que uno de esos chorros apunta casi directamente hacia la Tierra. Esto no significa que estemos en peligro, pero sí hace que lo veamos mucho más brillante y nos permita estudiarlo mejor.

El caso PKS 1424+240: un gigante entre blázares

PKS 1424+240 es uno de los blázares más luminosos que se conocen en rayos gamma de alta energía, y también una de las fuentes más destacadas de neutrinos cósmicos. La imagen obtenida muestra un campo magnético toroidal casi perfecto y un chorro orientado directamente hacia nuestro planeta.

“El resultado es impresionante. Nunca habíamos visto algo así”, afirma Yuri Kovalev, investigador principal del estudio en el Instituto Max Planck de Radioastronomía (MPIfR). Según explica, esta geometría aumenta el brillo aparente más de 30 veces. Además, por un efecto de perspectiva, el chorro parece moverse lentamente, aunque en realidad viaja a velocidades cercanas a la de la luz.

Los neutrinos son partículas subatómicas diminutas y difíciles de detectar. Miles de millones de ellas atraviesan nuestro cuerpo cada segundo sin que lo notemos, porque casi nunca interactúan con la materia.

El Observatorio de Neutrinos IceCube, instalado bajo el hielo del Polo Sur, fue el primero en asociar a PKS 1424+240 con emisiones inusualmente intensas de neutrinos. Este hallazgo, sumado a la imagen más precisa obtenida hasta la fecha, ofrece una oportunidad única para estudiar el funcionamiento interno de estos colosos cósmicos. Comprender cómo los agujeros negros supermasivos generan chorros relativistas y producen partículas de energía extrema es clave para desentrañar algunos de los procesos más poderosos y enigmáticos del universo.

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