El Tratado Antártico prohíbe actividades militares y de explotación en el continente blanco. Pero en tiempos de competencia espacial, inteligencia satelital y rearme global, algunos se preguntan: ¿y si una base de lanzamiento en el Polo Sur fuera el próximo objetivo estratégico?

¿Por qué sería útil una base de lanzamiento en la Antártida?

La Antártida es un desierto helado de más de 14 millones de kilómetros cuadrados. No tiene población permanente, pero sí más de 70 bases científicas de distintos países. Aunque oficialmente son centros de investigación, varias de ellas están equipadas con tecnologías de doble uso: comunicaciones, radares, estaciones meteorológicas e incluso telescopios que permiten observar el cielo como en pocos lugares del planeta.

Su valor estratégico no pasa desapercibido. Por su ubicación, estabilidad atmosférica y aislamiento, el continente blanco resulta ideal para la observación del clima global, el monitoreo satelital y, potencialmente, como plataforma para el seguimiento o incluso el lanzamiento de misiones espaciales.

Antártida Argentina
Científicos argentinos trabajando en la Antártida.

Si bien hoy no existen bases de lanzamiento en la región, desde el punto de vista técnico, la Antártida podría ofrecer ventajas significativas para determinados tipos de órbita, especialmente las polares o de reconocimiento terrestre.

Desde una ubicación en el sur extremo, un cohete puede colocarse en una órbita que pase por encima de todos los puntos del planeta en 24 horas. La inmensidad despoblada del continente permite lanzamientos sin riesgo para centros urbanos, y algunas zonas, especialmente en altura, ofrecen condiciones atmosféricas muy estables y previsibles.

Además, una estación en el Polo Sur permite establecer contacto con satélites en trayectorias que las bases ecuatoriales no pueden cubrir, ampliando así las posibilidades de control y observación global.

Pero el Tratado Antártico lo prohíbe… ¿o no?

Firmado en 1959 y vigente desde 1961, el Tratado Antártico establece que el continente solo puede usarse para fines pacíficos y científicos. Prohíbe la presencia militar permanente, las pruebas de armamento y cualquier tipo de explotación minera o energética. También exige que las bases estén abiertas a inspecciones internacionales.

Una base de lanzamiento estrictamente espacial violaría esa norma… salvo que fuera presentada como parte de un experimento científico multinacional. Aquí es donde entra el doble discurso: varias bases ya utilizan tecnología que podría adaptarse para funciones estratégicas, como el seguimiento satelital, recepción de datos de inteligencia o comunicaciones cuasi-militares.

¿Quién tiene más presencia hoy?

En lo que respecta a la presencia internacional, Estados Unidos opera la enorme base McMurdo, con capacidad logística para miles de personas en verano. Esa infraestructura no solo permite actividades científicas, sino también un dominio operativo sobre rutas marítimas clave y cobertura satelital en alta latitud.

McMurdo Antártida ciencia
Científicos estadounidenses llegando en verano a la base McMurdo.

China, por su parte, ha expandido de forma agresiva su infraestructura en el continente, con estaciones como Taishan y Zhongshan, y fue acusada de utilizar tecnología de monitoreo satelital con posibles fines no del todo científicos. En 2023, incluso realizó experimentos con cohetes sonda y globos de gran altitud, lo que encendió alertas en algunos círculos diplomáticos.

Rusia, el Reino Unido, Australia, Chile y Argentina también mantienen bases con actividad anual, y han mostrado interés creciente en ampliar sus capacidades logísticas, especialmente en zonas cercanas al Polo Sur. En particular, Argentina sostiene una presencia histórica con sus 6 estaciones, que incluyen a Belgrano II y Marambio, ubicadas en el sector que reclama como propio.

Aunque no existen pruebas concretas de que alguna potencia esté construyendo una base de lanzamiento espacial en la Antártida, los movimientos recientes sugieren otra cosa. Estados Unidos ha reforzado su infraestructura de telecomunicaciones en la región. China experimenta cada vez con mayor frecuencia. Y el Reino Unido modernizó los sistemas de transmisión de su base Halley. En todos los casos, el componente científico convive —o podría convivir— con intereses estratégicos.

Belgrano II Argentina Antártida
Base argentina Belgrano II en la Antártida.

Un nuevo escenario para la carrera espacial

En plena competencia por el dominio del espacio —con satélites militares, armas antisatélite y nuevas misiones lunares en juego— la Antártida ya no es solo un laboratorio climático. Podría transformarse en el próximo tablero geopolítico, donde el que llegue primero, manda.

¿Podría alguien lanzar un cohete desde el continente blanco en los próximos años? Tal vez no como un Falcon 9… pero los experimentos suborbitales ya comenzaron. Y cuando el desarrollo tecnológico encuentra grietas legales, la carrera ya no se detiene.

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