La luna de miel entre Donald Trump y Elon Musk parece haber llegado a su fin. Lo que alguna vez fue una alianza de conveniencia entre el poder político y el poder tecnológico, hoy muta en una batalla campal con acusaciones cruzadas, pedidos de deportación y hasta insinuaciones de espionaje.

Y en medio de este vendaval, un país aparece de forma inesperada en el radar del magnate de SpaceX: Argentina. ¿Es posible que Elon Musk considere mudarse —al menos simbólicamente— al sur del mundo? ¿Puede Buenos Aires convertirse en un nuevo Silicon Pampas?

Trump y Musk: De aliados a enemigos

Todo comenzó con diferencias ideológicas sutiles. Pero en las últimas semanas, el enfrentamiento escaló.

El propio Steve Bannon, exestratega jefe de Trump, exigió públicamente que se investigue el estatus migratorio de Elon Musk, a quien calificó como “inmigrante ilegal”. De hecho, fue más allá, solicitando que se le retire acceso a información clasificada, se lo investigue por uso de drogas y se analicen presuntos vínculos con China.

El magnate, nacido en Sudáfrica y nacionalizado estadounidense, no tardó en responder con su estilo habitual: ironías en X, reposteo de memes incendiarios y una frase críptica: “La libertad no tiene visa”.

Donald Trump y Elon Musk
La pelea entre Elon Musk y Donald Trump estalló en mayo de 2025, cuando Musk criticó duramente un proyecto de ley impulsado por Trump, renunció a su rol en el gobierno y lo acusó públicamente de corrupción.

De Washington a Buenos Aires

Mientras en Estados Unidos se desata una guerra de ultraderechas, Elon Musk mantiene una relación cada vez más estrecha con Javier Milei. El presidente argentino no oculta su admiración: además de llamarlo “genio” y “visionario”, se ha reunido con él en varias oportunidades, y hasta le ha regalado una motosierra simbólica.

A diferencia de las tensiones con la administración estadounidense, en Argentina Musk encuentra terreno fértil: apoyo ideológico, cielo regulatorio despejado y un gobierno dispuesto a allanar el camino para sus negocios.

En los últimos meses, Starlink avanzó a paso firme con la instalación de estaciones en suelo argentino, y Tesla ya mostró interés en el litio nacional. Frente a las presiones del norte, ¿podría Musk apostar más fuerte por el sur?

Javier Milei y Elon Musk
Elon Musk recibió a Javier Milei en la planta de Tesla en Texas, en abril de 2024.

¿Por qué no otro país?

La pregunta es legítima. Si Elon Musk realmente buscara relocalizar parte de sus operaciones, ¿por qué elegir Argentina y no Suiza, Emiratos Árabes, Singapur o Nueva Zelanda? La respuesta tiene múltiples capas.

Europa, con su regulación cada vez más estricta, es un terreno hostil para los gigantes tecnológicos. La Unión Europea lidera la ofensiva contra los monopolios digitales, y difícilmente celebraría la llegada disruptiva del magnate sudafricano. Asia, aunque potente en infraestructura, plantea obstáculos estratégicos. Las tensiones crecientes con China, los límites a la libertad de expresión y la vigilancia estatal entran en conflicto directo con el credo libertario que Musk pregona.

Los países del Golfo, a pesar de su apertura económica, imponen restricciones culturales y políticas que desentonan con el perfil provocador y mediático que el empresario sostiene. Y Oceanía, aunque estable, resulta periférica en términos de influencia y proyección global.

Argentina, en cambio, reúne una combinación difícil de replicar: un gobierno ideológicamente alineado, recursos estratégicos como litio y territorio para expansión tecnológica, una comunidad científica consolidada, y un marco regulatorio aún moldeable. Y, sobre todo, la narrativa poderosa del empresario perseguido que encuentra libertad en la tierra del “renacer libertario”.

Trump como enemigo, Milei como aliado: Elon Musk reconfigura su tablero geopolítico

La sola idea suena a ciencia ficción, pero ¿qué pasaría si Musk decidiera trasladar parte de sus operaciones —o incluso su residencia— a Argentina?

Desde ya, no hablamos de una mudanza tradicional, sino de un gesto estratégico. Un “refugio simbólico”, un centro regional reforzado, una base de operaciones satelital o una sede oficial de su cruzada libertaria. Como lo fue Austin frente a Silicon Valley, ¿podría ser Mendoza o Bariloche frente a Washington? En un país con fuerte tradición científica, grandes reservas de recursos estratégicos y una política que busca seducir al capital extranjero, no sería descabellado.

Argentina no dijo nada… pero tampoco necesita hacerlo. En política —y sobre todo en la industria espacial— las señales no siempre vienen en comunicados oficiales.

Ya pasó antes. SpaceX fue primero una promesa, y hoy es la columna vertebral del acceso al espacio para Estados Unidos. Starlink empezó como un experimento excéntrico y hoy conecta zonas rurales de medio planeta. Y si la tormenta política en EE. UU. sigue escalando, no sería extraño que Musk empiece a mirar más allá del hemisferio norte. Mientras tanto, en las redes, los memes ya lo decidieron: Musk no se va a Marte. Se viene al Cono Sur.

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