Un nuevo sistema óptico instalado en un observatorio de California permitió observar con claridad sin precedentes la atmósfera externa del Sol. Por primera vez, se registraron estructuras de plasma nunca vistas, como filamentos serpentinos y lluvia coronal de altísima resolución. El avance, publicado en la revista Nature, promete revolucionar el estudio del clima espacial.

Una mirada inédita a la corona solar: plasma que cae como lluvia

La corona solar, la capa más externa del Sol, es una región extremadamente caliente y dinámica, pero difícil de estudiar desde la Tierra debido a las distorsiones atmosféricas. Solo es visible durante eclipses totales y hasta ahora, las imágenes eran poco nítidas.

Eso cambió gracias a Cona, un sistema óptico adaptativo de última generación, instalado en el Telescopio Solar Goode, de 1,6 m de diámetro, en el Observatorio Big Bear de California. Operado por el Centro de Investigación Solar-Terrestre del Instituto Tecnológico de Nueva Jersey (NJIT), Cona corrige en tiempo real las turbulencias del aire terrestre, permitiendo capturar imágenes con una resolución de 63 km.

Uno de los hallazgos más sorprendentes fue la imagen más nítida jamás obtenida de la lluvia coronal: hilos finísimos de plasma que, tras alcanzar altas temperaturas en la corona, comienzan a enfriarse, se condensan y descienden hacia la superficie solar. Aunque recuerdan a gotas de lluvia, su movimiento no es vertical ni directo. Debido a su carga eléctrica, el plasma sigue las líneas del campo magnético del Sol, lo que genera trayectorias curvas y arcos luminosos. Algunas de estas estructuras tienen un grosor menor a 20 kilómetros, y hasta ahora no habían podido distinguirse con tanta precisión.

También se observó por primera vez un plasmoide, una estructura de plasma que se forma y colapsa rápidamente. Captado en video, este filamento se desplaza a unos 100 km/s por la superficie solar. Es probablemente la primera vez que se registra visualmente un evento de este tipo.

“Son las observaciones más detalladas que se hayan hecho de estas estructuras, y todavía no sabemos con certeza qué son exactamente”, explicó Vasyl Yurchyshyn, coautor del estudio.

Más allá de la imagen: claves para entender el clima espacial

Las imágenes también muestran una prominencia solar —una gran estructura de plasma anclada en la fotosfera— que se desarma y reorganiza rápidamente bajo la influencia del campo magnético. Las prominencias pueden extenderse miles de kilómetros hacia la corona, y aunque se conocen sus formas generales, su mecanismo de formación aún no está del todo claro.

Se identificaron además espículas, chorros cortos de plasma que brotan de la superficie del Sol y que le dan su apariencia “esponjosa”. Su origen es tema de debate científico.

Estos avances permiten estudiar los mecanismos que podrían explicar por qué la corona alcanza temperaturas de millones de grados, mucho más altas que la superficie solar. También aportan datos para comprender las eyecciones de masa coronal y otros eventos responsables del clima espacial, que afectan satélites, redes eléctricas y provocan auroras.

“El sistema Cona resuelve una limitación técnica histórica. Esta nueva etapa permitirá futuras observaciones con telescopios aún más grandes, como el Daniel K. Inouye de 4 metros en Hawái”, señaló Thomas Rimmele, del Observatorio Solar Nacional.

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