China dio inicio al despliegue de dos megaconstelaciones satelitales de comunicaciones de órbita baja: Guowang (también llamada SatNet) y Qianfan (denominada en inglés SailNet o Thousand Sails). Entre ambas redes sumarán más de 25.000 satélites en los próximos años​, con el objetivo de competir en conectividad global con iniciativas como Starlink de SpaceX. Sin embargo, este ambicioso plan tecnológico generó preocupación entre expertos internacionales debido al riesgo de basura espacial que podría derivarse de las prácticas actuales de lanzamiento y despliegue.

Las megaconstelaciones chinas: Avance tecnológico con alto impacto orbital

China comenzó el despliegue de sus megaconstelaciones satelitales con el objetivo es competir en comunicaciones globales con sistemas como Starlink de SpaceX. Para alcanzar esta meta, el país prevé más de mil lanzamientos en los próximos años, lo que representa una escala sin precedentes en la historia espacial china.

Guowang es un proyecto estatal con más de 12.000 satélites planificados a distintas altitudes. Qianfan, por su parte, apunta a un enfoque más comercial, aunque también contará con un estimativo de 15.000 unidades. Ambos programas son estratégicos para la conectividad digital del país, pero ya generan preocupaciones internacionales por la gestión de los residuos orbitales.

Los primeros lanzamientos se realizaron a partir de mediados de 2024, utilizando cohetes de la serie Long March. La alta frecuencia proyectada implica un impacto significativo en el entorno espacial si no se aplican medidas de mitigación de basura.

Lanzador Long March-5B Y2.

Etapas superiores abandonadas por más de un siglo

China está dejando en órbitas altas las etapas superiores de sus cohetes, en trayectorias que no cumplen con las directrices internacionales sobre sustentabilidad espacial. Según los estándares promovidos por la ONU y la IADC, los objetos deben ser desorbitados o colocados en órbitas que garanticen su reentrada atmosférica en un plazo no mayor a 25 años. Este límite, en general, se alcanza por debajo de los 600 kilómetros de altitud, donde la atmósfera aún genera suficiente fricción como para frenar los objetos.

Sin embargo, varias misiones recientes de China dejaron etapas en órbitas de entre 720 y 780 kilómetros. A esas alturas, la densidad atmosférica es tan baja que los restos podrían permanecer en el espacio por más de cien años, convirtiéndose en fuentes persistentes de riesgo.

Jim Shell, experto en dominio espacial y desechos orbitales de Novarum Tech, compartió en X un análisis sobre el tema. Shell advirtió que si se mantiene esta práctica, la masa de basura en la órbita baja terrestre estará dominada por restos de lanzamientos chinos.

El problema se agrava por la escala del despliegue: miles de lanzamientos podrían convertir la zona en un entorno saturado y peligroso para futuras operaciones espaciales.

Críticas a las megaconstelaciones y llamados a la responsabilidad internacional

Victoria Samson, directora de Seguridad Espacial y Estabilidad en la Fundación Secure World, calificó de “increíblemente irresponsable” la decisión de dejar cuerpos de cohetes a 700-800 km. Advirtió que estos restos se mantendrán activos durante décadas, afectando a todos los actores del sector espacial. Sin embargo, todavía hay margen para corregir esta práctica, ya que las constelaciones están en sus primeras fases.

Samson propone que China trabaje en misiones de remoción activa de desechos (ADR), una tarea que también deberían asumir Estados Unidos y Rusia. Además, insta a plantear el tema en foros multilaterales como el Comité de las Naciones Unidas para el Uso Pacífico del Espacio Ultraterrestre (COPUOS), donde se discuten estándares de sustentabilidad a largo plazo.

Por su parte, el astrónomo Jonathan McDowell valoró positivamente el uso del cohete Long March 5B en el primer lanzamiento de Guowang, ya que incorporó una etapa superior capaz de desorbitarse. Sin embargo, advirtió que el uso continuado de los modelos Long March 6A y 8, que no tienen esa capacidad, podría tener consecuencias severas para la seguridad orbital.

Comparación con SpaceX y las prácticas recomendadas

Mientras las constelaciones chinas operarán en órbitas entre 900 y 1.160 km, los satélites de Starlink lo hacen a unos 550 km. Esta diferencia es clave: a menor altitud, la fricción atmosférica facilita la reentrada natural. Además, SpaceX aplica maniobras activas de desorbitado para sus satélites y controla la reentrada de sus cohetes Falcon 9.

En cambio, aún no está claro si Guowang y Qianfan dispondrán de sistemas activos para retirar satélites fuera de servicio.

Expertos coinciden en que China no es el único país que genera residuos espaciales, pero advierten que la magnitud de estos programas y su impacto a largo plazo hacen que el problema sea particularmente preocupante. Sin medidas correctivas, el entorno orbital compartido podría deteriorarse seriamente.

Posibles soluciones y futuro de los lanzadores chinos

Una solución inmediata sería realizar maniobras de desorbitado parcial con las etapas superiores, reduciendo el perigeo para acelerar la reentrada. Jim Shell remarcó que incluso un pequeño encendido para bajar la altitud puede marcar la diferencia en la vida útil orbital de un objeto.

A mediano plazo, China trabaja en políticas propias de gestión de basura espacial, y está desarrollando nuevos cohetes reutilizables. Se espera que estas tecnologías reemplacen gradualmente a los lanzadores actuales, permitiendo mejores prácticas desde el diseño.

En paralelo, la potencia asiática planea aumentar la producción de los modelos actuales, los Long March 5B y 8, para sostener el ritmo de lanzamientos. Esto vuelve urgente la incorporación de criterios de sustentabilidad, tanto técnicos como regulatorios.

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