Un 10 de octubre, pero de 1967, se ratificó el Tratado Internacional del Espacio Ultraterrestre que estableció un conjunto de normas para regular la forma en la que los países pueden explorar y utilizar el espacio ultraterrestre.
Conocido formalmente como “Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes”, quedó abierto a su firma en Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética el 27 de enero de 1967, entrando en vigor el 10 de octubre de 1967.
Entre sus grandes aportes se destaca la afirmación de que “la exploración y utilización del espacio ultraterrestre se llevará a cabo en beneficio y en interés de todos los países y será competencia de toda la humanidad”.
Además, deja en claro que nada ni nadie puede reclamar territorio en el espacio ultraterrestre y que otros cuerpos celestes deben ser utilizados “exclusivamente para fines pacíficos”.
Es por ello que, pese a haber llegado a la luna en 1969 y plantar bandera, Estados Unidos no pudo apoderarse del satélite natural.
Un paso hacia la paz
Sin embargo, el tratado se destaca por prohibir a los estados parte la colocación de armas nucleares u otras armas de destrucción masiva en la órbita de la Tierra, la Luna o cualquier otro cuerpo celeste.
Cabe recordar que el mismo fue desarrollado en la década de los 60, un par de años después de la Crisis de los Misiles de Cube entre EE.UU. y la Unión Soviética.
Justamente, en esa época ambas potencias estaban en plena carrera armamentística y espacial, por lo que muchos temían que eso derivara en una guerra nuclear que acabara con la vida en la Tierra. Por ello, el tratado se encargó, de alguna manera, de reducir las chances de un conflicto.
Hasta 2020, 110 países ratificaron el tratado, mientras que otros 23 lo firmaron, aunque aún no lo ratificaron.
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