La competencia tecnológica por el “cinturón olvidado” entre la atmósfera y el espacio exterior empieza a calentarse. Francia avanza con proyectos de globos espía y dirigibles estratosféricos, en un contexto donde este espacio aéreo —entre los 20 y 100 kilómetros de altitud— emerge como un nuevo terreno de disputa entre potencias.

Dos empresas galas lideran la iniciativa. Thales Alenia Space, con su dirigible Stratobus, y Hemeria, que desde 2019 desarrolla globos de gran altitud como parte del programa Balman. Ambas buscan garantizar que la tecnología sensible quede bajo control francés.

El Stratobus, de 142 metros de largo —tamaño suficiente para albergar la catedral de Notre Dame— está diseñado para restablecer comunicaciones tras desastres o mantener vigilancia prolongada sobre zonas críticas, como secuestros o conflictos. Thales ya construye modelos de prueba y apunta a tener el sistema operativo en 2031.

Por su parte, el globo Balman prioriza la rapidez, siendo capaz de ajustar su altitud para aprovechar corrientes de viento y alcanzar su posición en pocas horas. Tras un primer vuelo experimental, que permitió validar la viabilidad del diseño, Hemeria ya prepara un segundo ensayo. La empresa proyecta iniciar operaciones limitadas en 2027, con la meta de reducir drásticamente los actuales tiempos de preparación, que hoy rondan los dos meses.

Globos espía en Francia: estrategia nacional y ensayos militares

El interés internacional por la estratósfera creció en 2023, cuando Estados Unidos derribó un globo chino que calificó de espía, aunque Pekín insistió en que tenía fines científicos. Desde entonces, los globos estratosféricos dejaron de ser vistos como un recurso marginal y pasaron a integrar la estrategia de defensa de las principales potencias.

En este contexto, el gobierno francés presentó en junio una estrategia nacional para desarrollar operaciones en altitudes y contar con la capacidad de interceptar amenazas en el espacio cercano. Como gesto de fuerza, semanas más tarde París informó que dos cazas de combate derribaron globos no identificados que volaban a más de 20 kilómetros de altura, en un ejercicio destinado a mostrar la preparación de sus fuerzas armadas frente a intrusiones de este tipo.

“La estratósfera es un espacio desocupado. Si Francia no está presente, otros lo estarán”, advirtió Yannick Combet, director de Stratobus.

Los globos estratosféricos ofrecen la ventaja de cubrir grandes distancias y permanecer meses en una misma posición, a diferencia de los satélites que orbitan en constante movimiento. Sin embargo, su uso reabre un viejo dilema jurídico: ¿a quién pertenece ese espacio intermedio?

Tras la Primera Guerra Mundial, los tratados de paz en París otorgaron a cada nación soberanía sobre su espacio aéreo. Décadas más tarde, el Tratado del Espacio Exterior de 1967 declaró que el cosmos era “libre para exploración y uso”. Sin embargo, nunca se fijó un límite preciso entre atmósfera y espacio.

Ese vacío normativo vuelve hoy al centro del debate internacional. Para el general Alexis Rougier, responsable del programa francés de altitudes extremas, la tendencia es clara. “Cuanto más mejore la tecnología, más alto y rápido volaremos… mientras los satélites orbitan cada vez más bajo”.

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