Blue Origin se prepara para un vuelo suborbital que, por primera vez, llevará al espacio a una persona usuaria de silla de ruedas. La protagonista es Michaela “Michi” Benthaus, ingeniera aeroespacial de la Agencia Espacial Europea (ESA), que viaja en la misión NS-37 del lanzador New Shepard.
El vuelo es, en esencia, turismo espacial, que dura unos 11 minutos y llega hasta la línea de Kármán, a 100 km de altitud. No es una misión científica tripulada, sino que los pasajeros simplemente experimentan un período de ingravidez antes de iniciar el descenso. Pero el hito es gigante. Si el “nuevo espacio” quiere ser realmente masivo, tiene que poder incluir a todos, sin importar su condición física.

Qué cambia cuando el pasajero no es el de siempre
En vuelos suborbitales como este, el desafío no es solo subir y bajar. También es entrar en la cápsula, asegurar el cuerpo, moverse en microgravedad y salir, todo con tiempos acotados y protocolos estrictos. Según reportes sobre la misión, Blue Origin hizo adaptaciones logísticas y trabajó en técnicas de abordaje y egreso. Además, se menciona el uso de sujeciones específicas para estabilizar las piernas en ingravidez, algo fundamental para que la experiencia sea segura y cómoda.
Esto es importante porque la accesibilidad no es un concepto sino un conjunto de requisitos de diseño. Desde el layout interno de la cápsula y los arneses, hasta procedimientos, entrenamiento y apoyo en tierra. Y cuando una empresa resuelve esos aspectos para un caso real, suele abrir camino para que no sea una excepción sino un estándar replicable.
Turismo espacial, sí. Inclusión, también, pero con asterisco
Más allá de que este sea un buen avance, es cierto que no democratiza el acceso al espacio. Los asientos siguen siendo caros, el mercado es acotado y la narrativa de “todos pueden” todavía está lejos. Pero sí marca un cambio cultural e industrial, y trae a la discusión espacial la inclusión.
Aunque sea turismo, deja un mensaje. Cada vez que el espacio se abre a más perfiles, obliga a diseñar mejor. Y diseñar mejor suele terminar beneficiando a todos, incluso a quienes nunca se van a subir a un cohete.
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