Un megaproyecto industrial en la cordillera de los Andes pone en riesgo a dos de los telescopios más grandes del mundo

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Observatorio en el monte Paranal Very Large Telescope de la ESO.

El astrofísico alemán y premio Nobel de Física 2020, Reinhard Genzel, encabezó una carta abierta dirigida al gobierno de Chile para solicitar la reubicación del megaproyecto industrial de hidrógeno verde INNA, proyectada a pocos kilómetros del Cerro Paranal, en el desierto de Atacama. Otros 30 astrónomos de referencia mundial acompañan el reclamo, advirtiendo que el emplazamiento actual compromete uno de los cielos más oscuros del planeta, fundamental para la observación astronómica de alta precisión.

El Paranal, a 2.664 metros de altura, es sede del Observatorio Europeo Austral (ESO) y alberga dos de los telescoinstrumentos más grandes del mundo, el Very Large Telescope (VLT), el futuro Extremely Large Telescope (ELT). Allí también opera el Conjunto de Telescopios Cherenkov (CTA), el observatorio terrestre más potente para el estudio de rayos gamma de muy alta energía.

Paranal se considerado un referente mundial en astronomía óptica e infrarroja por la excepcional calidad de su cielo nocturno, que presenta baja contaminación lumínica, mínima turbulencia atmosférica y condiciones climáticas estables.

El Very Large Telescope (VLT) es la herramienta de observación más importante de la astronomía europea situada en la Tierra.
Vista aérea del Very Large Telescope (VLT), la herramienta de observación más importante de la astronomía europea situada en la Tierra. Fuente: ESO.

La observación astronómica, en peligro

Según un análisis técnico de ESO citado en la carta, el proyecto INNA podría aumentar hasta un 35% el brillo del cielo sobre Paranal. Esto se debe al impacto combinado de iluminación industrial, reflexión difusa sobre aerosoles y dispersión atmosférica. En el caso del CTA, el incremento se estima en 50%, ya que el conjunto se encuentra a solo cinco kilómetros de la zona proyectada.

Los astrónomos también alertan sobre riesgos menos visibles pero igualmente decisivos para la calidad de los datos. La operación industrial, los parques eólicos y el almacenamiento en baterías pueden generar microvibraciones que afectan la precisión de los instrumentos más sensibles. Estas perturbaciones comprometen la interferometría, la óptica adaptativa y la sincronización entre telescopios, reduciendo la capacidad de observación del VLT y del futuro ELT.

A esto se suma el posible aumento de turbulencia local, que degradaría el seeing, es decir, la nitidez de observación de objetos astronómicos muy distantes.

Interior del telescopio Antu, una de las cuatro Unidades del VLT, equipado con un espejo primario de 8,2 metros y sistemas de óptica adaptativa de última generación.
Interior del telescopio Antu, una de las cuatro Unidades del VLT, equipado con un espejo primario de 8,2 metros y sistemas de óptica adaptativa de última generación. La infraestructura permite corregir en tiempo real la distorsión atmosférica y alcanzar resolución angular extrema en el rango óptico e infrarrojo. Fuente: Britannica.

El VLT permitió a Genzel realizar observaciones decisivas para caracterizar el agujero negro supermasivo Sagitario A*, en el centro de la Vía Láctea, trabajo que le valió el Nobel.

El nuevo ELT, valuado en US$ 1.400 millones, lleva un espejo monolítico de 39,3 metros. Entre sus estudios proyectados se encuentran la caracterización directa de atmósferas de exoplanetas, la observación de galaxias en el universo temprano y el test de física fundamental en entornos extremos.

Según el director general de ESO, Xavier Barcons, incluso un aumento moderado del 5% de brillo del cielo tiene consecuencias directas sobre las observaciones. El impacto es particularmente crítico en objetos extremadamente débiles, como galaxias lejanas o exoplanetas de baja luminosidad.

“Podríamos perder la capacidad de observar alrededor del 30% de las galaxias más tenues”, advirtió Barcons.

El ELT, actualmente en construcción.

La planta de hidrógeno INNA

El proyecto INNA, desarrollado por la energética estadounidense AES, prevé una inversión de US$ 10.000 millones en un complejo de 3.021 hectáreas. La iniciativa estará integrada por tres parques solares, tres parques eólicos, almacenamiento en baterías y una planta de producción de hidrógeno verde. La empresa presentó su evaluación ambiental en 2023 y aguarda resolución de las autoridades chilenas. AES sostiene que el impacto sobre el cielo nocturno será “insignificante”.

Los astrónomos coinciden en la necesidad de acelerar la transición energética y el desarrollo de tecnologías sostenibles, pero cuestionan la localización del proyecto. “Desarrollo económico y progreso científico pueden coexistir”, concluye la carta, “pero no a costa de una de las ventanas únicas e irremplazables que tiene la humanidad para observar el universo”.

La decisión final dependerá de los organismos ambientales y de planificación territorial de Chile. El país alberga cerca del 70% de la infraestructura astronómica internacional en longitudes de onda ópticas e infrarrojas y es consideado la capital astronómica del mundo.

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