El pasado 27 de noviembre, un lanzamiento rutinario de la nave Soyuz MS-28 desde el Cosmódromo de Baikonur hacia la Estación Espacial Internacional (ISS) terminó convirtiéndose en un serio contratiempo para el programa espacial ruso. Después del despegue, se detectaron daños sin precedentes en la plataforma de lanzamiento PU-6 (Sitio 31/6). Esta era la única rampa operativa que le quedaba a Rusia para misiones tripuladas, por lo que Roscosmos se quedón temporalmente sin capacidad propia para enviar cosmonautas al espacio.

Daños sin precedentes en la plataforma de Baikonur
Luego del lanzamiento, inspecciones revelaron que la plataforma de servicio de la rampa 31/6 había colapsado de forma catastrófica. En concreto, la cabina móvil 8U216, una plataforma móvil de 20 toneladas encargada de dar acceso a la parte inferior del cohete para inspecciones y encendido de motores, se desprendió de sus anclajes y cayó al fondo del foso de llamas. Este componente suele replegarse contra la pared del pozo justo antes del despegue, para abrir paso al chorro de los motores. Que dicha estructura acabase desplomada en el interior del foso es un hecho inédito.
Según Roscosmos, los daños afectan a varios elementos de la estructura del complejo. La agencia indicó que se está evaluando el estado de y aseguró que “los daños serán reparados pronto”.

Las posibles causas técnicas del incidente
Aunque la investigación oficial sigue en curso, las primeras hipótesis apuntan a fallos mecánicos o de procedimiento más que a un problema con el cohete en sí. Las imágenes de video registraron una violenta eyección de escombros en el instante del despegue, lo que sugiere un colapso estructural causado por la onda de choque de los motores.
Varios analistas rusos señalaron que, posiblemente, no se aseguró correctamente la plataforma en su posición retraída antes del lanzamiento. El experto en astronáutica Brian Harvey explica que “una combinación de la vibración y el calor del cohete, sumada a algunos pasadores o rodillos mal instalados en la base de la torre de servicio, provocó que ésta se volcara”.
De hecho, Harvey calificó el incidente como “una falla inusual de control de calidad, común décadas atrás pero poco frecuente en tiempos recientes”. Todo apunta, por tanto, a un error operativo en tierra, más que a un fallo del lanzador Soyuz.
Roscosmos no confirmó todavía la causa precisa. No obstante, fuentes internas culpan a deficiencias de mantenimiento en los últimos años, agravadas por limitaciones presupuestarias.
Impacto operativo: Rusia, temporalmente “en tierra”
La rampa 31/6 era el único punto de lanzamiento tripulado que le quedaba operativo a Roscosmos, después de que la histórica Rampa de Gagarin (Sitio 1/5) fuese retirada de servicio en 2019.
“En la práctica, desde hoy Rusia perdió la capacidad de lanzar humanos al espacio, algo que no ocurría desde 1961”, señaló el analista Vitaliy Egorov.
Los efectos operativos ya se hacen sentir. La misión de carga Progress MS-33, que debía despegar el 21 de diciembre para reabastecer a la ISS, se suspendió indefinidamente. Y en cuanto a las rotaciones de tripulación, la Soyuz MS-28 recién lanzada llevaba cosmonautas que permanecerán 8 meses en la estación. Si la plataforma de Baikonur no está reparada para mediados de 2026, Roscosmos no podría cumplir con ese relevo.
En el corto plazo, la colaboración internacional brindará cierto colchón. La NASA, que desde 2020 recuperó con SpaceX la capacidad de llevar astronautas al espacio, puede transportar astronautas rusos en sus cápsulas Crew Dragon mediante acuerdos de intercambio de asientos. De hecho, NASA declaró estar al tanto del problema en Baikonur y asegura que “coordina de cerca con sus socios internacionales, incluyendo Roscosmos, para garantizar las operaciones seguras de la ISS y su tripulación”.
Sin embargo, prolongar demasiado esta dependencia sería delicado para Moscú. El aporte ruso a la ISS no se limita a enviar cosmonautas: las naves Progress son fundamentales para misiones de reabastecimiento. Aunque la ISS cuenta con cápsulas de carga norteamericanas, los Progress tienen motores dedicados para reboost que hasta ahora resultaban insustituibles.

Opciones logísticas y planes de contingencia
Frente a este escenario, Roscosmos evalúa soluciones de emergencia para restaurar cuanto antes su acceso al espacio. Oficialmente, la agencia confía en reparar Baikonur con rapidez, y se ha fijado el objetivo de reanudar lanzamientos hacia marzo de 2026.
Para cumplir con esa meta, Harvey cree que los técnicos podrían aprovechar piezas de repuesto tomadas de la inactiva base de Baikonur-Sitio 1 o de los cuatro antiguos complejos Soyuz en Plesetsk. Incluso menciona la posibilidad de trasladar componentes compatibles desde Vostochny, el nuevo cosmódromo ruso en Siberia, ya que este utiliza una plataforma Soyuz similar y está conectado por ferrocarril.
Otra opción teórica sería reactivar otra la rampa en Baikonur: el Sitio 1/5 dejó de usarse en 2019 esperando una modernización que nunca llegó. Se discutió un plan junto a Emiratos Árabes Unidos para renovarlo, pero no prosperó, y en 2023 Rusia anunció que convertiría ese histórico enclave en un museo. Dado su estado actual, no puede simplemente volver a funcionar sin una gran inversión y tiempo.
Cabe señalar que existe al menos una plataforma de servicio gemela de repuesto. Según veteranos del programa, en 2013 se entregó a Baikonur una cabina móvil nueva, fabricada en época soviética, para sustituir a la vieja estructura. Aunque esa cabina de reserva estaría disponible, instalarla requiere trabajos mayores de desmontaje y reconfiguración de la rampa, un proceso complejo que también tomaría meses, si no años.
¿Qué hay de otros cosmódromos rusos? Por ahora, Vostochny, en el Lejano Oriente ruso, y Plesetsk, en el norte europeo de Rusia, carecen de la certificación e infraestructura para vuelos tripulados. Vostochny fue inaugurado en 2016 y hasta la fecha solo gestionó lanzamientos satelitales con cohetes Soyuz-2. No dispone de instalaciones para soportar una misión tripulada. Plesetsk, por su ubicación a mayor latitud, ni siquiera puede alcanzar la inclinación orbital de la ISS con los cohetes Soyuz actuales. Además, ninguno de estos sitios tiene el equipamiento inmediato para procesar vehículos Progress o Soyuz.
En resumen, la única carta realista en el corto plazo es reparar Baikonur 31/6 lo antes posible. Si las labores de reconstrucción se extienden demasiado, Rusia podría verse obligada a depender enteramente de los EE.UU. para relevos de tripulación y de los vehículos de carga occidentales para mantener la ISS. Esa sería una inversión de roles muy marcada respecto a la década pasada, cuando, tras la retirada del Transbordador, eran las Soyuz rusas las que aseguraban la presencia de astronautas en la estación.

Implicancias estratégicas para el futuro
La avería en Baikonur encendió una luz de alarma estratégica para Rusia. En lo inmediato, evidencia la fragilidad de su programa espacial tripulado, dependiente de una sola infraestructura crítica. También subraya la importancia de la diversificación y modernización, pero los recortes y la actualidad presupuestaria no apremia.
En el corto plazo, la situación actual pone a prueba el compromiso de Rusia con la ISS y su capacidad de cumplir sus responsabilidades allí. A mediano plazo, las implicaciones podrían ser incluso más profundas. Si Roscosmos logra reparar Baikonur en pocos meses, el impacto quedará limitado a un susto y a algunas lecciones aprendidas. Pero si la recuperación se dilata, Rusia enfrentará decisiones difíciles: ¿invertir masivamente en reconstruir Baikonur, acelerar a contrarreloj la habilitación de Vostochny para vuelos tripulados, o incluso replantearse su papel en la ISS si no puede aportar lanzamientos? Cualquiera de estos caminos conlleva costos y repercusiones políticas.
En paralelo, Rusia mantiene ambiciones espaciales propias, como la anunciada Estación de Servicio Orbital Rusa (ROSS) que planea empezar a desplegar a partir de 2027. Para concretar esos planes necesitará, sí o sí, una infraestructura de lanzamientos fiable en casa.
En definitiva, el incidente de la Soyuz MS-28 en Baikonur plantea un desafío que Roscosmos no afrontaba desde los albores de la era espacial. Como señaló un comentarista, durante décadas el mundo dependió de las Soyuz para llegar a la órbita. Hoy es Rusia la que depende del tiempo, del presupuesto y de su ingenio para lograr que Baikonur renazca de entre sus propios restos. El mundo observará de cerca cómo Rusia supera esta prueba, de la que pende su continuidad como potencia espacial capaz de llevar humanos al espacio por sus propios medios.
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