Recientemente, un piloto de drones de Ucrania atacó un tanque ruso, algo común en tiempos de guerra. Sin embargo, la novedad es que el ataque fue a 20 km de distancia, algo que hubiese sido imposible sin la ayuda de la IA.
“Sin la guía adicional, simplemente no podríamos alcanzarlo”, dijo el hombre de 31 años de la 58ª Brigada Separada de Fusileros de Ucrania, usando su indicativo militar.
La tecnología de drones ha evolucionado rápidamente durante casi cuatro años desde que Rusia invadió Ucrania. Dado que ambos países producen varios millones de drones al año, el uso de dispositivos de interferencia de señal para cortar la conexión entre drones y sus pilotos se ha vuelto de vital importancia en las líneas del frente.

Superando la “niebla” de interferencia
La IA se usa cada vez más para romper la densa niebla de interferencias que ha hecho que innumerables drones ucranianos y rusos caigan del cielo antes de alcanzar sus objetivos.
Estos drones fijan la imagen de un objetivo visto a través de su cámara a bordo y pueden seguir volando hacia él de forma autónoma incluso después de que el piloto pierda contacto con el dron.
Pero la tecnología, que también ha adoptado Rusia, está generando preocupaciones éticas. Pero los estándares internacionalmente vinculantes sobre el uso de armas aumentadas con IA siguen siendo prácticamente inexistentes.
Ucrania ha desplegado decenas de estos sistemas, algunos de los cuales están instalados en miles de drones. Al respecto, ha declarado que siempre son los humanos quienes deben tomar la decisión de atacar, y no una IA.
Las cifras del sector indican que el software a menudo aún necesita mejoras y que su rendimiento depende de las condiciones del campo de batalla.
“Este sistema de guiado, además de rastrear el objetivo, tiene su propio banco de memoria, en el que ha sido entrenado”, explicó el piloto.
“Por lo tanto, si, por ejemplo, coloco un punto de 2-3 kilómetros del coche durante la aproximación, ya se adaptará a él”, explicó.
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