El Gobierno argentino inició negociaciones con Francia para adquirir submarinos Scorpène-class, fabricados por Naval Group, en el marco de un plan para recomponer las capacidades submarinas de la Armada Argentina. La información fue confirmada por el presidente Javier Milei durante su visita a París, donde también se firmó una carta de intención (LOI) entre el Ministerio de Defensa y el astillero francés. Aunque el acuerdo aún no se transformó en contrato, marca el paso más concreto desde la pérdida del ARA San Juan en 2017, hecho que dejó al país sin unidades operativas bajo el mar.
Según fuentes oficiales, el proyecto contempla la adquisición de tres submarinos de ataque convencionales (SSK), con posible transferencia tecnológica y participación local de astilleros argentinos en las tareas de mantenimiento. El monto estimado rondaría los US$ 2000 millones, aunque el financiamiento y la configuración final aún se discuten con París.

Un submarino moderno con sello francés
El Scorpène-class es un submarino convencional de ataque (SSK) diseñado para operaciones de patrulla, inteligencia y combate en aguas oceánicas o litorales. Desplaza entre 1600 y 2000 toneladas, alcanza más de 20 nudos sumergido y puede permanecer hasta 45 días en misión. Su casco, de diseño hidrodinámico tipo Albacore, reduce la resistencia y mejora el sigilo acústico, una de las claves de su supervivencia.
La propulsión principal combina motores diésel-eléctricos con un motor de imanes permanentes MAGTRONIC, altamente silencioso. Algunas versiones incluyen un sistema AIP (Air Independent Propulsion) que permite navegar sumergido durante semanas sin necesidad de snorkel, aunque aún no está confirmado si Argentina optará por esa configuración.
En materia de armamento, el Scorpène puede portar hasta 18 armas, entre torpedos pesados, minas o misiles antibuque, lanzados desde seis tubos de 533 mm. Todo el sistema se integra bajo el software de combate SUBTICS, que centraliza sensores, armas y comunicaciones en una consola táctica unificada, permitiendo compartir información con unidades de superficie o aéreas.

El nivel tecnológico del Scorpène se apoya en tres ejes, la reducción de ruido, los sensores de última generación y la automatización de sistemas. Su casco insonorizado y el aislamiento de maquinaria disminuyen drásticamente la firma acústica. La suite de sonar —activa, pasiva y de interceptación— le permite detectar blancos a larga distancia. Finalmente, los mástiles optrónicos reemplazan al periscopio clásico, reduciendo la exposición sobre la superficie.
El diseño modular facilita el mantenimiento y permite incorporar mejoras durante su vida útil, como baterías de ion-litio o nuevas generaciones de sensores. A nivel operativo, su tripulación reducida, de 31 personas, y los sistemas automáticos de control lo convierten en un submarino de bajo costo operativo.
En el mapa internacional
El Scorpène compite directamente con modelos como el Type 214 alemán y el S-80 Plus español. Si bien estos últimos incorporan módulos AIP de serie, el submarino francés se destaca por su balance entre tecnología, autonomía y flexibilidad industrial. Países como India y Brasil lo eligieron por la posibilidad de coproducción y transferencia tecnológica, un aspecto clave para Argentina si busca recuperar su industria naval militar.
En América Latina, Chile opera dos unidades Scorpène desde 2005 con resultados satisfactorios, lo que convierte al modelo en una opción ya probada en condiciones oceánicas similares a las del Atlántico Sur.

Un desafío más allá de la compra
El eventual contrato con Francia implicaría no solo la llegada de nuevas unidades, sino la reconstrucción integral de la capacidad submarina argentina. Desde la formación de tripulaciones y la recuperación de astilleros, hasta la modernización de bases y la actualización de protocolos de mantenimiento y entrenamiento.
Más allá de la inversión inicial, el verdadero reto será sostener la operación en el tiempo. Un submarino no se mide solo por su tecnología, sino por la infraestructura y el personal que lo acompaña. Si el proyecto se concreta, Argentina podría volver a ocupar un lugar relevante en el panorama naval regional, con una flota silenciosa, moderna y capaz de proteger su extensa plataforma marítima.
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