El portaaviones USS Gerald R. Ford (CVN-78), buque insignia y unidad más moderna de la Armada de Estados Unidos, partió recientemente rumbo al Caribe junto a su grupo de ataque. Aunque la Armada no especificó el motivo exacto del despliegue, se trata de una operación que se inscribe dentro de las misiones habituales de presencia disuasiva y cooperación marítima que Washington mantiene en el hemisferio occidental. Desde su base en Norfolk (Virginia), el grupo —integrado por destructores y un crucero de escolta— se dirige hacia una región donde la U.S. Navy suele realizar ejercicios de control marítimo, patrullas combinadas y acciones de interdicción del narcotráfico en apoyo al Comando Sur de Estados Unidos.
Pero más allá del componente estratégico, esta salida tiene también un fuerte valor tecnológico. El Ford es el primer portaaviones de una nueva generación totalmente eléctrica, y su corazón innovador es el EMALS (Electromagnetic Aircraft Launch System), una catapulta electromagnética que reemplaza el histórico sistema de vapor. Esta tecnología permite lanzar aeronaves mediante campos magnéticos controlados en lugar de presión de vapor, marcando un cambio de paradigma en la aviación naval al ofrecer más precisión, menos desgaste estructural en los aviones y una plataforma adaptable a futuros sistemas no tripulados. En cada despliegue, el funcionamiento del EMALS se somete al escrutinio de la comunidad militar y tecnológica, y este nuevo tránsito por el Caribe representa otra oportunidad para observar su desempeño en condiciones reales de operación.

Qué es el EMALS y por qué marca un antes y un después
Durante décadas, los portaaviones estadounidenses lanzaron sus aviones mediante catapultas de vapor, sistemas robustos pero pesados y demandantes en mantenimiento. El EMALS, en cambio, emplea principios de inducción electromagnética para alcanzar el mismo resultado con mayor control y eficiencia.
El proceso comienza cuando la energía eléctrica del buque se almacena en volantes de inercia —discos que giran a gran velocidad y acumulan energía cinética—. En el momento del lanzamiento, esos volantes liberan su energía en una fracción de segundo, generando una potente corriente que activa una serie de bobinas distribuidas a lo largo del riel de lanzamiento. Estas bobinas crean un campo magnético que se desplaza progresivamente, empujando un carro unido al tren delantero del avión.
La aceleración se produce de forma continua y controlada, sin golpes de presión ni vibraciones. El avión alcanza velocidad de despegue en apenas 90 metros, con un esfuerzo estructural mucho menor que en las catapultas de vapor. Una vez completado el lanzamiento, el sistema se recarga en unos 45 segundos, listo para el siguiente ciclo.
Esta precisión permite adaptar la fuerza de empuje al peso y tipo de aeronave, desde cazas pesados hasta drones de vigilancia, mejorando la cadencia operativa y la vida útil del equipamiento aéreo. Bajo la cubierta, el cambio es profundo, con menos piezas móviles, un consumo energético menor y un mantenimiento más simple para un sistema pensado para los portaaviones del futuro.

Del Atlántico al Caribe: una prueba en condiciones reales
El despliegue del USS Gerald R. Ford hacia el Caribe no es solo una misión rutinaria. Es también una prueba operativa para EMALS y otros sistemas eléctricos del buque, en condiciones de humedad, calor y operaciones intensivas. Cada ciclo de lanzamiento y recuperación de aeronaves es monitoreado para evaluar la fiabilidad y el mantenimiento del sistema en entornos fuera del laboratorio o de los ensayos en la costa este de Estados Unidos.
Durante misiones de entrenamiento o apoyo regional, el Ford puede realizar decenas de lanzamientos por día, validando la capacidad del sistema para mantener ritmo sin fallas críticas. Es, en efecto, un banco de pruebas flotante para la nueva generación de portaaviones totalmente eléctricos que la U.S. Navy proyecta para las próximas décadas.
Problemas anteriores y mejoras implementadas
El camino de EMALS no ha sido sencillo. Informes del Government Accountability Office (GAO) y del Director of Operational Test and Evaluation (DOT&E) revelaron, en los primeros años de pruebas, una fiabilidad muy por debajo de la meta. En promedio, se tenía una falla cada 180 lanzamientos, cuando el objetivo era superar los 4000. Esto obligó a introducir rediseños en software, controladores y subsistemas de energía.
Las mejoras implementadas en los últimos años —nuevos algoritmos de control, refuerzos en los convertidores de potencia y procedimientos de mantenimiento automatizados— buscan consolidar la madurez del sistema. Según la Armada, la fiabilidad aumentó significativamente durante los más recientes despliegues del Ford en el Atlántico y el Mediterráneo, y esta nueva misión caribeña servirá para validar esos avances en condiciones tropicales.
El futuro de las catapultas navales
Si EMALS demuestra su fiabilidad operativa, se convertirá en el estándar de los próximos portaaviones estadounidenses, y ya ha inspirado desarrollos similares en otras potencias navales. El sistema reduce el peso total del buque, aumenta la eficiencia energética y abre la puerta a operaciones con aeronaves no tripuladas desde cubiertas convencionales.
En definitiva, el viaje del USS Gerald R. Ford al Caribe no es solo un despliegue militar, es también un experimento en movimiento. Un laboratorio flotante donde la Armada de Estados Unidos pone a prueba la tecnología que podría definir el futuro de la aviación naval.
Tal vez te interese: China desarrolla una catapulta electromagnética para portaaviones






