Un agujero negro devoró una estrella y generó la llamarada más poderosa jamás registrada

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Agujero negro estrella

Un agujero negro supermasivo ubicado a 11 mil millones de años luz de la Tierra protagonizó uno de los eventos más extremos del universo. Se trata de una llamarada energética 10 billones de veces más brillante que el Sol, producto de la destrucción total de una estrella gigantesca que se acercó demasiado a su horizonte de eventos.

El fenómeno fue detectado por telescopios en California, Arizona y Hawái, y fue estudiado por un equipo de astrónomos liderado por Matthew Graham, de Caltech. El análisis, publicado en Nature Astronomy, describe cómo un agujero negro de 300 millones de masas solares destrozó una estrella de 30 a 200 masas solares.

Cuando un cuerpo de ese tamaño se acerca a un agujero negro, la diferencia de gravedad entre su cara más próxima y la más lejana genera un efecto llamado espaguetificación. En él, la estrella se estira y fragmenta hasta convertirse en una corriente de gas incandescente. Ese material cae luego en espiral hacia el agujero negro, formando un disco de acreción que se calienta a millones de grados y libera una enorme cantidad de radiación visible, ultravioleta y de rayos X.

La llamarada récord

El destello alcanzó su máximo brillo en junio de 2018, multiplicando por 40 su intensidad inicial y superando en 30 veces la luminosidad de cualquier otro evento similar registrado. Aunque el pico ya pasó, se estima que la llamarada seguirá debilitándose durante una década más, hasta que todo el material de la estrella se consuma.

Los investigadores evaluaron otras hipótesis —como una supernova, un chorro relativista o un efecto de lente gravitacional—, pero ninguna se ajustó a los datos observacionales. Todo apunta a un caso clásico, aunque extremo, de evento de disrupción estelar: el banquete de un agujero negro.

Una ventana al universo primitivo

Por la distancia a la que ocurrió, el suceso observado tuvo lugar cuando el universo tenía menos de tres mil millones de años. Este tipo de eventos permite estudiar cómo crecían los agujeros negros supermasivos y cómo influían en la evolución de sus galaxias anfitrionas.

La coautora del estudio, K.E. Saavik Ford, de la City University of New York, destacó que este descubrimiento también sugiere la existencia de estrellas anómalamente masivas orbitando cerca de agujeros negros, posiblemente alimentadas por el material del disco de acreción.

“El brillo fue tan descomunal que solo podía venir de algo extraordinario: un agujero negro aún más monstruoso trituró y devoró una estrella gigantesca”, resumió Graham.

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