En la guerra entre Ucrania y Rusia, la tecnología avanza al mismo ritmo que el conflicto. Desde hace más de un año, las fuerzas ucranianas comenzaron a desplegar miles de robots terrestres no tripulados (UGV) en la línea de frente. Estas plataformas con ruedas cumplen tareas logísticas —como trasladar suministros o evacuar heridos— y, en algunos casos, se utilizan directamente para atacar posiciones rusas sin poner en riesgo a los soldados. Sin embargo, la expansión de esta flota robótica enfrenta un límite inesperado: la velocidad de conexión del servicio satelital Starlink de SpaceX, del que depende buena parte del sistema de control remoto.
Cada robot terrestre utiliza una terminal Starlink para enviar y recibir datos, incluidas las señales de video en tiempo real necesarias para conducir a distancia. Pero las limitaciones de ancho de banda reducen drásticamente la calidad de esas transmisiones. Los UGV deben operar con apenas 10 megabits por segundo, lo que se traduce en videos de baja resolución y menos de 10 fotogramas por segundo.
“Para conducir con precisión necesitás al menos 30 fps”, explicó Vadym Burukin, director ejecutivo de la startup ucraniana Huless, dedicada al desarrollo de drones. “Con una imagen tan entrecortada, podés terminar en un campo minado o estrellarte contra un árbol”.

Starlink, una red saturada por la cantidad de usuarios en Ucrania
Desde los primeros días de la invasión, Starlink se volvió esencial para Ucrania. Las terminales de SpaceX mantienen conectadas a las tropas, permiten coordinar ataques con drones FPV, operar robots marinos y enlazar vehículos terrestres en zonas donde las radios tradicionales no llegan.
Según fuentes del Ministerio de Defensa ucraniano, hay unas 200.000 terminales activas en el país, más que en cualquier otra nación europea. Pero esa saturación impacta directamente en el rendimiento de cada conexión.
La falta de ancho de banda obliga a que los robots se desplacen a velocidades muy bajas: unos 10 km/h, según Andriy Dovbenko, empresario y director de la red Ukrainian Tech Exchange. A ese ritmo, los UGV tardan hasta dos horas en cruzar la llamada “zona gris”, una franja de unos 20 km entre ambos frentes donde abundan los ataques con drones kamikaze.
“Para que sean realmente útiles deberían alcanzar al menos 20 km/h”, señaló Dovbenko.
Las dificultades no se limitan a la velocidad de transmisión. Los equipos instalados en los UGV sufren fallas por vibraciones y golpes al circular sobre terreno irregular. Además, la lluvia, las nubes y la vegetación pueden debilitar aún más la señal satelital, generando cortes o pérdidas totales de enlace.
Starlink, pensada originalmente para uso civil, no fue diseñada para resistir las exigencias del combate terrestre.

Innovación ucraniana: repetidores en el cielo
Ante este escenario, los ingenieros locales comenzaron a experimentar con soluciones propias. Una de las más prometedoras consiste en drones cautivos que se elevan unos 150 metros y llevan repetidores de radio. Estos amplifican la señal entre los UGV y sus operadores, extendiendo el alcance de comunicación de apenas unos km a más de 40 km.
En misiones más complejas, los repetidores aerotransportados permiten llegar hasta 80 km de distancia. “Con este sistema logramos volar drones hasta el estadio Donbas Arena, en Donetsk”, contó Burukin. Esa ciudad, controlada por fuerzas prorrusas desde 2014, se encuentra a unos 50 kilómetros de la línea de combate.
Dependencia inevitable
A pesar de sus limitaciones, Starlink sigue siendo una herramienta vital para Ucrania. “Tiene muchos usos en la guerra, pero no fue desarrollada como una tecnología militar. Por eso presenta estas restricciones”, reconoció Dovbenko.
Kiev depende de esta red satelital para mantener la comunicación en el frente, y aunque se exploran alternativas, ningún sistema local tiene la capacidad de reemplazarla a gran escala.
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