En la superficie lunar, cada “noche” dura alrededor de 14 días terrestres. Durante ese período, sin el Sol en el cielo, las temperaturas caen a casi –185°C. Los paneles solares dejan de producir energía, las baterías se agotan y los sistemas electrónicos se congelan. Esta extrema oscilación térmica plantea uno de los mayores desafíos a superar para una presencia humana o robótica prolongada en el satélite.

Mientras que en 2024 y 2025 los países occidentales regresaron a la Luna con tres módulos de aterrizaje –todos financiados por la NASA y empresas privadas– ninguno fue diseñado para sobrevivir esas largas noches lunares. Cada misión cumplió la etapa principal, pero carecía de sistemas térmicos y de energía adecuados para soportar 14 días de oscuridad. En cambio, los módulos chinos equipados con sistemas nucleares han funcionado ya por más de 2.400 días continuos.

Desde 2013, varias sondas del programa chino llevaron a bordo baterías nucleares que permiten mantener operativos los equipos durante la noche lunar. La misión Chang’e‑4, por ejemplo, opera desde el lado oculto de la Luna hace más de cinco años, fuera del alcance directo de monitoreo occidental. El siguiente paso es la misión Chang’e‑8, que se dirigirá al polo sur lunar en 2028 para probar la explotación de recursos, abriendo camino hacia una base lunar china permanente.

Según un reciente informe de la Commercial Space Federation, “las ambiciones chinas de desarrollar vehículos de lanzamiento superpesados, utilización autónoma de recursos in situ y energía nuclear en la Luna presentan desafíos estratégicos para las ventajas tecnológicas de EE.UU.”.

China Luna Chang'e 4

¿Por qué la energía nuclear es el eslabón faltante?

La exposición prolongada a la noche lunar hace que solo la energía de alta densidad –la que ofrece la fisión nuclear– pueda garantizar una presencia continua. Los paneles solares solo funcionan con el Sol, las baterías duran poco y los sistemas electrónicos fallan por el frío extremo. Este hecho explica por qué EE.UU. está actualmente acelerando su programa de un reactor en superficie lunar, el llamado Fission Surface Power (FSP), que apunta a desplegar un reactor nuclear en el polo sur lunar para 2030. Dicha instalación permitiría operaciones sostenidas durante años para el programa Artemisa.

No obstante, el hecho de que China ya tenga una ventaja tecnológica operativa obliga a EE.UU. a no esperar hasta 2030. Varias misiones estadounidenses previstas en los próximos años podrían emplear energía nuclear antes de esa fecha, lo que les permitiría lograr más en la Luna y superar la delantera china.

La industria espacial ya se moviliza para responder. Transporte, energía y estructuras de larga duración están siendo desarrolladas con inversión privada y financiación estatal. La tecnología maduró. Existen prototipos exitosos, fuentes de combustible nuclear aseguradas y fábricas operativas. En combinación con la alianza de la NASA con empresas privadas a través del programa Commercial Lunar Payload Services (CLPS), colocar una batería nuclear en la Luna podría lograrse en apenas dos años.

Establecer esta capacidad de “sobrevivir a la noche” lunar mediante baterías nucleares se complementa con la construcción del reactor. Un estudio reciente del U.S. Department of Energy propone una demostración comercial de sistema de radioisótopos para “desbloquear el ecosistema nuclear espacial más amplio, especialmente si otros esfuerzos mayores sufren demoras”.

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La NASA trabaja junto con el DOE y la industria para diseñar un sistema de energía por fisión capaz de generar al menos 40 kV de potencia. Fuente: NASA.

Más allá de la Luna: el verdadero objetivo estratégico

Las baterías nucleares no solo permitirán nuevas misiones lunares, sino que abrirán la exploración más allá del satélite: múltiples puntos de la Luna, redes de ciencia distribuidas y soporte para las ambiciones hacia Marte. Por ejemplo, la utilización de recursos lunares —agua, metales y helio-3— requiere energía robusta y operaciones de larga duración, lo cual hace esencial la supervivencia a la noche lunar. Las distintas direcciones de la NASA para ciencia, exploración y tecnología se benefician directamente de esta capacidad.

El Departamento de Energía también ha instado a actuar con urgencia, advirtiendo que “Estados Unidos no puede permitirse demorar mientras otros definen las reglas del camino y reclaman la ventaja del que llega primero”. En esta carrera lunar, el objetivo no es solo aterrizar primero, sino quedarse. Quedarse implica una presencia continua liderada por EE.UU. en múltiples sitios lunares para asegurar los derechos de hacer ciencia, explorar y extraer recursos. Esa presencia sostenida requiere poder continuo.

Para que EE.UU. gane la próxima carrera espacial, debe desplegar energía sostenida para permanecer en la Luna. De otro modo, correrá el riesgo de ceder el liderazgo espacial ante China. La clave ya no es sólo llegar, es permanecer, operar y extraer valor. La noche lunar es el nuevo campo de batalla.

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