Viajar a Marte, a los asteroides o incluso al borde del sistema solar podría dejar de ser un sueño gracias a un motor nuclear revolucionario. Investigadores financiados por la NASA proponen el llamado Cohete Nuclear Térmico Centrífugo (CNTR), un concepto que aprovecha la fisión de uranio líquido para calentar el propelente y generar empuje.
La clave está en el impulso específico, el parámetro que mide la eficiencia con la que un cohete transforma energía en empuje. Según los cálculos, un CNTR puede duplicar el rendimiento de los motores nucleares térmicos tradicionales —desarrollados desde la década del 50 y aún estudiados por NASA y DARPA— y multiplicar por cuatro la eficiencia de los cohetes químicos.
Ningún motor nuclear ha volado todavía, pero cada vez más agencias espaciales consideran esta tecnología como la única manera de acortar los tiempos de viaje interplanetario. Y el tiempo importa, ya que cuanto más prolongada es la misión, mayores son los riesgos de salud para los astronautas.
“Si logramos reducir la duración de los vuelos, el beneficio es enorme”, explicó Dean Wang, investigador de la Universidad Estatal de Ohio y coautor del estudio, publicado en Acta Astronautica.
Uranio líquido y rotación
Los motores nucleares térmicos convencionales utilizan uranio sólido para calentar hidrógeno líquido, que luego se expulsa a gran velocidad por la tobera. En contraste, el CNTR introduce una diferencia fundamental. El combustible nuclear es uranio líquido contenido en un cilindro rotante, lo que intensifica la reacción de fisión y mejora la eficiencia global del motor.
“En los últimos años creció mucho el interés por la propulsión nuclear térmica. Sobre todo para operaciones en la Luna y el espacio cislunar”, señaló Wang. “Pero para ir más lejos, los motores químicos ya no son una opción viable”.
Con esta tecnología, las misiones podrían recorrer más distancia con menos combustible. Un viaje ida y vuelta a Marte, que con cohetes químicos demanda hasta tres años, podría realizarse en la mitad del tiempo, unos 420 días. También se acortarían las travesías hacia los planetas exteriores, con trayectorias más rápidas que hoy son imposibles con la propulsión convencional.
El hidrógeno seguiría siendo el propelente principal, aunque el sistema podría adaptarse a otros materiales. Incluso se podrían utilizar recursos obtenidos de asteroides o cometas durante la misión, lo que ampliaría el alcance de las expediciones.
Entre la teoría y el futuro
Hoy el CNTR existe solo en los cálculos, pero el equipo de Wang espera tener un diseño maduro en cinco años. Si prospera, hacia mediados de este siglo podríamos ver naves nucleares viajando por el sistema solar de forma más rápida y segura, evitando además el riesgo explosivo de los combustibles químicos.
El uso del poder nuclear en el espacio no es nuevo. Las sondas como Curiosity y Perseverance utilizan generadores termoeléctricos de radioisótopos (RTG). NASA incluso estudia instalar un reactor nuclear en la Luna, aunque la idea genera debate. En cohetería, ya en los años 50 se exploró un enfoque más radical: el Proyecto Orión, que buscaba impulsar naves detonando explosivos nucleares detrás de ellas, con la participación de físicos como Freeman Dyson y Ted Taylor. En los 70, el Proyecto Daedalus de la Sociedad Interplanetaria Británica llegó a proponer un motor de fusión capaz de alcanzar el 12% de la velocidad de la luz y llegar a las estrellas más cercanas en medio siglo.
Nada de eso pasó del papel. El CNTR no promete viajes interestelares, pero sí podría ser el paso realista que necesita la exploración espacial para convertirse en rutina y abrir nuevas fronteras.
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