Un equipo de investigadores evalúa qué naves espaciales podrían aprovechar el paso del cometa 3I/ATLAS, un viajero interestelar que atraviesa nuestro sistema solar a gran velocidad, para estudiarlo en su acercamiento al Sol. La posibilidad de observarlo —e incluso recolectar material— representa una oportunidad única para analizar restos que podrían ser mucho más antiguos que nuestra propia estrella.
El cometa fue descubierto el 1 de julio y se convirtió en apenas el tercer objeto interestelar identificado en las cercanías de la Tierra. Lo que más sorprende de 3I/ATLAS es su velocidad extrema, de unos 219.000 kilómetros por hora, y la trayectoria que describe. Ambos rasgos apuntan a que no procede de regiones jóvenes de la galaxia, sino del disco grueso de la Vía Láctea, un sector donde las estrellas se formaron hace más de 7.000 millones de años. Esto implica que su material sería al menos 2.500 millones de años más antiguo que el Sol, lo que abre la posibilidad de analizar fragmentos originados en el llamado “mediodía cósmico”, la etapa de mayor formación estelar del universo.
¿Qué naves espaciales podrían investigar a 3I/ATLAS?
Como ocurre con todos los cometas, al acercarse al Sol, 3I/ATLAS liberará gas y polvo desde su núcleo helado, formando las características cola y coma. El momento de mayor actividad ocurrirá en el perihelio, el punto de la trayectoria más cercano a nuestra estrella.
El problema es que, visto desde la Tierra, ese pasaje se producirá del lado opuesto al Sol, siendo imposible observarlo con telescopios terrestres o espaciales. “Desde nuestro planeta habría que mirar a través del Sol para detectarlo, algo inviable”, explicó Andreas M. Hein, investigador de la Universidad de Luxemburgo.
Ante esta limitación, un equipo liderado por T. Marshall Eubanks, científico jefe de la compañía Space Initiatives Inc., analizó qué misiones espaciales podrían seguir de cerca al visitante interestelar. Según su estudio, publicado en arXiv, la misión JUICE de la Agencia Espacial Europea —que acaba de completar una asistencia gravitatoria en Venus— tendrá una ubicación privilegiada durante el perihelio, justo cuando la observación desde la Tierra resulte imposible.
También la sonda Psyche de la NASA, rumbo hacia el asteroide metálico 16 Psyche, pasará relativamente cerca, a 45 millones de kilómetros del cometa. En paralelo, los orbitadores de Marte, como el Mars Reconnaissance Orbiter, Tianwen-1 y Hope, estarán situados a apenas 29 millones de km en el máximo acercamiento.
Otros instrumentos podrán monitorear la evolución del cometa, aunque desde mayores distancias y con menos detalle. Entre ellos se encuentran el observatorio solar SOHO, la misión PUNCH de la NASA y la Parker Solar Probe, que seguirán su comportamiento día a día.
Ciencia irrepetible
El interés por 3I/ATLAS es enorme porque casi todo lo que conocemos del sistema solar se formó hace unos 4.600 millones de años, con la excepción de algunos granos presolares hallados en meteoritos como el de Murchison, datados entre 5 y 7 mil millones de años. Este cometa sería incluso más antiguo. “Es como un freezer cósmico que se abre por primera vez”, graficó Andreas Hein. Analizarlo podría revelar la química de sistemas estelares que existieron mucho antes que el nuestro y, en cierto modo, acercar la historia de la galaxia a nuestra propia puerta.
El paso de 3I/ATLAS se producirá el 19 de diciembre de 2025, cuando alcance su máxima aproximación a la Tierra a 269 millones de kilómetros. Aunque no pasará demasiado cerca, su tamaño y actividad podrían generar fragmentos o nubes de polvo capaces de cruzar las órbitas de Marte y de la Tierra, produciendo meteoros o incluso piezas de mayor tamaño visibles desde ambos planetas.
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