Durante años, el Pentágono habló de expandir su flota de drones, aunque en la práctica solo avanzó con prototipos llamativos y pruebas aisladas, sin un plan definido para sostener una guerra a gran escala con aeronaves no tripuladas. Hoy, con nuevas tecnologías, cambios políticos y una creciente sensación de urgencia en el Departamento de Defensa, comienza a perfilarse una estrategia que toma como referencia la experiencia ucraniana para preparar de antemano una guerra con drones.

Un ensayo general: el evento T-REX

El mes pasado, en un campo de Indiana, el Pentágono organizó el evento Tactical Technology Readiness Experimentation (T-REX). Allí se reunieron fabricantes de drones, empresas de inteligencia artificial, desarrolladores de software y especialistas en comunicaciones, con el objetivo de mostrar cómo un enjambre autónomo podía detectar y atacar un blanco coordinadamente.

La demostración comenzó con una camioneta que dejó en medio del campo una caja del tamaño de un refrigerador. De allí emergió media docena de drones, que ascendieron y se posicionaron como si fueran parte de una colmena. En las pantallas, los observadores —entre ellos Emil Michael, subsecretario de defensa para investigación e ingeniería— vieron cómo los sistemas identificaban un vehículo blindado y lo eliminaban como objetivo.

Pero lo más importante fue lo que sucedia fuera de cámara. Tras la escena operaba una red de tecnologías de detección, comunicación y autonomía que simulaba lo que Ucrania desearía haber tenido en mayor escala al inicio de la invasión rusa: comunicaciones resistentes a interferencias, doctrina clara y una base industrial capaz de producir drones en cantidad.

Emil Michael, subsecretario de defensa para investigación e ingeniería, observa en el evento T-REX en Camp Atterbury, Indiana.

El campo de batalla ucraniano es hoy el laboratorio mundial de la guerra con drones. Tropas y fabricantes improvisan, reconfiguran y hasta inventan nuevas armas cada pocas semanas, probándolas directamente en combate.

“Estamos aprendiendo de Ucrania que la innovación rápida es crucial”, dijo Emil Michael. “Cada dos o tres semanas aparece algo nuevo. Lo que buscamos es asimilar esas lecciones ahora, antes de enfrentarnos a un escenario similar”.

Comando digital y autonomía

El Pentágono busca evitar lo ocurrido en Ucrania, instalando las capacidades necesarias antes del combate, en lugar de improvisar sobre la marcha. Así, el nuevo plan de la Casa Blanca se basa en dos ejes. Por un lado, garantizar comunicaciones digitales que resistan la guerra electrónica. Por el otro, dotar a los drones de mayor autonomía para tomar decisiones a partir de los sensores distribuidos en el campo de batalla.

En Ucrania, empresas como Palantir ya habían aportado software y análisis de datos, pero la infraestructura de comunicaciones estuvo bajo asedio permanente. La lección para Washington es que, sin redes seguras y confiables, incluso las mejores herramientas se vuelven inútiles.

En el ejercicio T-REX, esa lección se aplicó con una red troncal provista por AWS y GDIT que integró a 26 proveedores. Los ingenieros crearon múltiples canales de transmisión para combinar video en vivo de drones, órdenes de comando y datos de sensores, con la opción de enviarlos a la nube de manera segura. Una pieza central fue el software DOGMA, que permite a drones en zonas con interferencias conectarse con nodos mayores mediante enrutamiento vectorial seguro, asegurando que la información llegue a la nube de AWS incluso a través de Internet comercial.

El segundo pilar es la autonomía. Gracias a redes de sensores, los drones ya pueden identificar objetivos sin depender de órdenes continuas de un operador humano. Ese tipo de ataque sin intervención humana aún no forma parte de la doctrina oficial, pero el Pentágono reconoce que en algún momento deberá incorporarlo.

La doctrina, entrenamiento y producción de drones del Pentágono

Hasta ahora, uno de los puntos débiles de EE.UU. había sido la ausencia de tácticas y procedimientos claros para el uso de drones en combate. Para cubrir esa falta, el Cuerpo de Marines, junto con Rangers, Fuerzas Especiales y SEALs, trabaja en un marco común de entrenamiento y operaciones. La etapa siguiente es testear el esquema en condiciones reales, con más campos de entrenamiento y menos trabas administrativas, según prometió Michael, para acelerar la innovación.

Sin embargo, nada de esto sirve sin producción a gran escala. Por eso, el Pentágono emitió un memorando para impulsar la fabricación local. El desafío no es repetir las líneas de montaje tradicionales, sino desarrollar una industria capaz de producir drones personalizados y en grandes cantidades, adaptados a las demandas cambiantes del frente.

El secretario de Defensa, Pete Hegseth, impulsa esta base industrial como un paso estratégico para evitar que Estados Unidos llegue a un conflicto improvisando, como ocurrió en Ucrania. La idea es construir desde ahora la infraestructura digital, operativa e industrial que permita desplegar enjambres de drones desde el primer día. La apuesta es que este salto tecnológico no solo cambie las tácticas, sino que inaugure una nueva era en la que la guerra quede marcada de manera irreversible por la robotización del combate.

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