Después de una suspensión por mal clima, la misión Crew-11 de NASA y SpaceX despegó este viernes 1 de agosto desde el Centro Espacial Kennedy. A bordo viajan cuatro astronautas y, aún más emocionante, un experimento científico argentino que busca estudiar en la adaptación de semillas de maní en el espacio.
La cápsula Crew Dragon Endeavour, impulsada por un cohete Falcon 9, partió a las 12:43 p. m. (hora de Argentina), iniciando un viaje de unas 16 horas hasta acoplarse de forma automática con la Estación Espacial Internacional (ISS).
La tripulación está integrada por dos astronautas de la NASA, Zena Cardman y Mike Fincke. Los acompañan Kimiya Yui, de la agencia espacial japonesa JAXA, y Oleg Platonov, de la agencia rusa Roscosmos. Durante los próximos seis meses, serán responsables de una amplia batería de investigaciones médicas, fisiológicas y tecnológicas, enmarcadas en los preparativos de las futuras misiones Artemisa a la Luna y, más adelante, a Marte.
De Córdoba al espacio
Uno de los cargamentos más especiales de esta misión, al menos para Argentina, es un paquete de semillas de maní desarrolladas en Córdoba. Se trata de un proyecto que busca entender cómo las condiciones del espacio —como la microgravedad, la radiación y los ciclos térmicos extremos— afectan a los cultivos.
El experimento es fruto de una colaboración entre la CONAE, el Instituto Gulich (UNC), la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC, la Cámara del Maní y la empresa estadounidense Jaguar Space, en el marco del programa internacional “Espacio para la Agricultura”.
Las semillas permanecerán en la ISS durante toda la misión. Una vez recuperadas, se analizarán para detectar posibles alteraciones genéticas, adaptaciones fisiológicas y cambios de rendimiento. “El objetivo es explorar el potencial de desarrollar cultivos más resistentes a condiciones extremas, no solo en futuras colonias espaciales, sino también en zonas áridas de la Tierra”, explicaron desde CONAE.
No es la primera vez que Argentina envía ciencia al espacio, pero sí es una de las pocas con aplicación directa en soberanía alimentaria. En un contexto mundial donde la seguridad alimentaria es un eje crítico, investigar en condiciones espaciales podría abrir nuevas rutas para la biotecnología nacional.
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