En un giro inesperado en plena tensión comercial con China, Donald Trump autorizó a Nvidia a retomar la venta de chips de IA al gigante asiático. La decisión, sin embargo, incluye una limitación clave: los chips permitidos, aunque poderosos, no son los más avanzados de la compañía.
Durante una visita a Pekín, Jensen Huang, fundador y CEO de Nvidia, confirmó que recibió garantías del gobierno estadounidense para comercializar en China el chip H20, una unidad diseñada para centros de datos que entrenan modelos de IA y ejecutan aplicaciones inteligentes. Tras el anuncio, las acciones de Nvidia subieron más del 4% en las operaciones previas a la apertura del mercado.
El H20 fue uno de los productos estrella de Nvidia en el mercado chino hasta que, en abril, el Departamento de Comercio impuso restricciones a su venta.
De Nvidia a China: chips “limitados” para evitar riesgos estratégicos
El H20, aunque poderoso, no representa lo último en arquitectura de Nvidia. Las autoridades temen que habilitar la exportación de unidades más avanzadas podría facilitar el fortalecimiento militar y de inteligencia artificial de China. Aun así, Huang confirmó que Nvidia está desarrollando versiones reducidas de sus chips de última generación para aplicaciones industriales en China en línea con los requisitos regulatorios estadounidenses.
En paralelo, otras empresas del sector también podrían beneficiarse de esta apertura parcial. Advanced Micro Devices (AMD), principal competidor de Nvidia, recibió recientemente el visto bueno para que sus licencias de exportación de chips MI308 sean evaluadas.
Una guerra comercial sin tregua
La decisión del gobierno de Trump se inscribe en un escenario de disputa comercial que se arrastra desde 2018, con especial foco en sectores estratégicos como minerales raros, energía y tecnología. Tras su regreso a la Casa Blanca, Trump subió los aranceles a productos chinos un 10%, a lo que el presidente Xi Jinping respondió con un 15% de recargo sobre las importaciones de carbón, gas natural licuado, maquinaria y automóviles estadounidenses.
La escalada arancelaria se mantuvo hasta el 12 de mayo, cuando ambas potencias acordaron reducir los impuestos y retomar el diálogo. Finalmente, el 11 de junio se anunció un pacto comercial: China fijó un arancel base del 10% y Estados Unidos, del 30%. Entre las concesiones acordadas, Washington aceptó nuevamente estudiantes chinos en sus universidades. Pekín, por su parte, reanudó los envíos de tierras raras, fundamentales para la industria electrónica y de defensa.
Mientras tanto, Estados Unidos tomó nuevas medidas para evitar que la tecnología de IA llegue indirectamente a China. Para ello, limitó exportaciones a países como Tailandia y Malasia, considerados posibles canales de contrabando tecnológico. Estas restricciones están afectando la economía de esas naciones y continúan generando pérdidas millonarias a empresas como Nvidia.
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