Mientras los titulares internacionales siguen dominados por los conflictos en Medio Oriente, China avanza rápidamente en el entrenamiento y despliegue de tácticas espaciales, con el objetivo de posicionarse como potencia dominante en órbita.

Desde que Xi Jinping asumió el liderazgo del Partido Comunista Chino (PCCh), su meta ha sido convertir a China en una superpotencia integral para el año 2049, cuando se cumpla el centenario de la República Popular.

La historia reciente demuestra que este tipo de megaplanes no son mera retórica. En los años 90, China inició una expansión naval que hoy la ubica como el país con la mayor cantidad de buques del mundo. Para lograrlo, articuló todos los instrumentos del Estado: industria, educación, ciencia y financiamiento trabajaron alineados bajo directrices políticas. Hoy domina tanto la producción de embarcaciones comerciales como militares.

Estados Unidos sigue liderando en calidad tecnológica, pero enfrenta restricciones crecientes, como la escasez de mano de obra calificada, costos elevados y una industria fragmentada que limita su capacidad de respuesta.

El espacio como eje estratégico

Este mismo enfoque integral está siendo trasladado al dominio espacial. Xi evaluó que las guerras del futuro requerirán superioridad en tres dimensiones clave: fuego de largo alcance, control de la información y dominio del nuevo terreno estratégico, el espacio.

Estados Unidos, al igual que otras potencias, depende fuertemente de sus sistemas espaciales para operar: navegación por GPS, vigilancia por satélites, comunicaciones militares seguras y coordinación multinacional. Esa dependencia puede convertirse en un punto crítico si un adversario logra interferir esos sistemas.

China entiende que esa dependencia es una vulnerabilidad y por eso desarrolla capacidades diseñadas para explotarla. El Ejército Popular de Liberación (EPL) está desarrollando tácticas, técnicas y procedimientos (TTPs) orientados a conflictos en el espacio, no solo para igualar a EE.UU., sino para ensayar escenarios activos de combate orbital.

Una de las ventajas chinas es su estructura estatal integrada. Bajo el control directo del gobierno central, compañías del calibre de SpaceX ejecutan decisiones estratégicas orientadas por el PCCh. A esto se suma el dominio del aparato educativo, la investigación científica y los medios de comunicación. Sin oposición política real ni límites de mandato, Xi dispone de las condiciones para implementar planes a largo plazo que serían inviables en democracias occidentales.

Industria dirigida y objetivos de largo plazo

El programa espacial chino avanza con una estrategia integral y sostenida. En lo que respecta a los servicios de comunicaciones, la potencia oriental está desplegando dos mega-constelaciones satelitales: Guowang, con 13.000 satélites, y Qianfan, con otros 15.000. Además, China opera su propia estación espacial modular, Tiangong, que ya cuenta con tripulación permanente y capacidad científica autónoma.

En lanzadores, desarrolla vehículos pesados como el Long March 9 para vuelos lunares y misiones interplanetarias, y probó con éxito cohetes reutilizables y sistemas de recuperación parcial. También avanza en proyectos innovadores como una central solar en órbita geoestacionaria, capaz de transmitir energía a la Tierra mediante microondas, y planea construir naves nodrizas de gran tamaño que funcionen como plataformas logísticas en el espacio profundo.

Con estas capacidades, China busca consolidarse como una potencia espacial completa, con autonomía tecnológica y presencia estratégica en todas las áreas clave del sector.

Maniobras orbitales y capacidades militares

El EPL ya está llevando a cabo operaciones en órbita que van más allá de lo comercial. Sus satélites realizan maniobras para posicionarse cerca de otros satélites, optimizar el ángulo solar y mejorar la capacidad de observación, incluso a costa de acortar su vida útil debido al alto consumo energético.

Estas acciones, que no son exclusivas de China, también son practicadas por EE.UU., Rusia y otras potencias espaciales. La diferencia es que China parece estar ensayando con más frecuencia y mayor agresividad, como parte de su estrategia de preparación militar.

En 2021, por ejemplo, demostró que podía rastrear, interceptar y capturar otro satélite para reubicarlo en otra órbita. Desde entonces, ha perfeccionado técnicas de rendezvous y operaciones de proximidad, fundamentales en cualquier escenario de combate espacial.

El vicepresidente de Operaciones Espaciales de EE.UU., general Michael Guetlein, describió estas acciones como una forma emergente de “combate aéreo en el espacio”. Además, China avanza en el desarrollo de interferidores, brazos robóticos y tecnologías antisatélite.

¿Quién construye el arca?

China no está haciendo algo radicalmente distinto al resto de las potencias espaciales; simplemente lo está haciendo con mayor escala, velocidad y coordinación. Mientras otros países debaten prioridades o lidian con ciclos políticos internos, Beijing ejecuta una hoja de ruta clara para ocupar una posición dominante en la órbita terrestre y más allá.

La competencia por el espacio ya no es futura ni teórica. Se expresa en constelaciones en despliegue, tecnologías antisatélite en fase operativa, estaciones espaciales en funcionamiento y doctrinas militares en plena evolución.

Como dice el proverbio atribuido a Sun Tzu y Confucio: “¿Cuándo se construyó el arca? Antes de la tormenta.” China no solo está construyendo la suya. Ya está abordando.

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