El Departamento de Defensa de EE.UU. presentó un ambicioso presupuesto para el próximo ciclo fiscal que pone el foco en la inteligencia artificial (IA) y el desarrollo de capacidades de autonomía, con fondos millonarios destinados a tecnologías autónomas como enjambres de drones, vehículos submarinos sin tripulación y sistemas de combate colaborativo.
La apuesta busca modernizar el poder militar frente al avance tecnológico global, aunque persisten dudas sobre si el Pentágono podrá adaptar su estructura para gestionar este cambio con la velocidad que requiere.
Una fuerza aérea con drones como compañeros de ala
La Fuerza Aérea lidera el gasto en autonomía con US$ 789 millones solicitados para el programa CCA (Collaborative Combat Aircraft), que busca desplegar drones de combate autónomos que acompañen a los cazas tripulados. La inversión total estimada para este programa ronda los US$ 28.000 millones hasta 2029.
Además, el presupuesto incorpora una nueva iniciativa de enjambres de drones, denominada Offensive Small Unmanned Aircraft Systems. Se trata de una familia de aeronaves no tripuladas diseñadas para operar en entornos hostiles con alta interferencia electromagnética, priorizando tareas de inteligencia, vigilancia y ataques de precisión. Este proyecto comparte objetivos con el programa Replicator, orientado a producir drones pequeños, económicos y altamente autónomos, con capacidades ofensivas y de contramedidas anti-dron.
También se destinarán US$ 147 millones a desarrollar sensores, software y hardware para habilitar la “autonomía táctica” en plataformas actuales o futuras. En paralelo, se invertirán US$ 29 millones en la modernización del MQ-9 Reaper, un dron que la Fuerza Aérea quiere adaptar para operar en equipos autónomos.

La Marina impulsa la autonomía submarina y aérea
La Marina de EE.UU. no se queda atrás. En total, planea casi US$ 300 millones en vehículos submarinos no tripulados, con fuerte dependencia de IA y autonomía.
Además, el presupuesto incluye US$ 361 millones para actualizar el MQ-4C Triton, un dron de gran altitud usado para misiones de inteligencia y vigilancia marítima de largo alcance.
El emblemático MQ-25 Stingray, un dron autónomo embarcado en portaaviones con capacidad de reabastecimiento en vuelo, no figura como ítem específico. Esto se debe a que sus componentes están distribuidos en varios programas.

El Ejército apuesta al I+D en IA
El Ejército proyecta más de US$ 665 millones para investigación y desarrollo de inteligencia artifical, robótica y tecnologías emergentes.
Además, el Departamento de Defensa contempla US$ 582 millones para servicios de datos y herramientas de IA, bajo una iniciativa llamada Alpha-1, pensada para todas las ramas militares.
A esto se suman US$ 1.700 millones solicitados por DARPA, y US$ 45 millones para la Oficina del Jefe de IA y Datos (CDAO).
¿Puede el Pentágono adaptarse a esta nueva era de IA y autonomía?
Aunque el incremento en fondos para IA y autonomía es claro, persisten críticas sobre la capacidad del Pentágono para ejecutar estos programas con eficiencia. La Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno (GAO) y diversos analistas advierten que el modelo actual de adquisición militar —basado en programas extensos, rígidos y costosos— no se adapta bien a tecnologías de rápida evolución.
Durante el Defense One Tech Summit, Chris Brose, presidente de estrategia de Anduril, sugirió adoptar un enfoque más dinámico. “En lugar de programas de 20 años, deberíamos pensar en ciclos de actualización cada dos años, como sucede en la industria civil con automóviles”, afirmó. En este modelo, el Estado genera una señal de demanda constante que estimula a las empresas a innovar y entregar versiones mejoradas en lapsos cortos.
Por su parte, Brandon Tseng, cofundador de Shield AI, coincidió. “No tiene sentido atarse a ciclos de adquisición de 17 años cuando se trata de productos como drones o IA que cambian radicalmente en tres. Hay que adoptar un desarrollo continuo, en contacto directo con los combatientes, para mejorar cada 24 horas”.
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