Por Samantha García Juárez
El mundo está a punto de presenciar el resurgimiento de la era de los vuelos supersónicos, gracias a los avances impulsados por la NASA. Con la misión Quesst (Quiet Supersonic Technology), iniciada en 2018, se ha estado trabajando en el desarrollo de aviones comerciales capaces de volar más rápido que la velocidad del sonido, sin los disruptivos estampidos sónicos del pasado.
Se habla de un “resurgimiento”, ya que los vuelos supersónicos no son una novedad. Esta era comenzó en 1947, cuando Chuck Yeager, capitán de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, rompió por primera vez la barrera del sonido, volando durante 20 segundos a una velocidad extrema.
Durante ese tiempo, los vuelos de este tipo se adoptaron principalmente en contextos militares. Sin embargo, en 1973, la Administración Federal de Aviación prohibió los vuelos civiles supersónicos sobre tierra, debido al impacto que los estampidos sónicos generaban a la población.
Una nueva era
Han pasado 52 años desde esa restricción, pero los esfuerzos de investigación por parte de la NASA junto con otros actores de la industria, la academia y socios gubernamentales, nunca se detuvieron. Al contrario, han desarrollado estrategias para minimizar esos estampidos y permitir un regreso seguro del vuelo supersónico comercial.
Este es el desafío central de la misión Quesst, que gira en torno a un avión experimental: el X-59. Una aeronave visualmente impactante, elegante y que ha sido diseñada para reducir significativamente el ruido generado al romper la barrera del sonido.
Durante la ceremonia celebrada el 12 de enero de 2024 en Palmdale, California, en las instalaciones de Lockheed Martin, el contratista principal, la NASA presentó oficialmente esta aeronave.
Se destacó que el objetivo del X-59 es recopilar datos que ayuden a los reguladores a reconsiderar las normativas que actualmente impiden vuelos supersónicos sobre tierra. Es más, el diseño busca transformar el tradicional “boom sónico” en un golpe mucho más silencioso comparable al cierre de la puerta de un automóvil.
Las claves del X-59
Para lograrlo, la ingeniería del X-59 ha sido pensada meticulosamente. Lo explica James L. Less, piloto de investigación e ingeniero aeroespacial del Centro de Investigación de Vuelo Armstrong de la NASA, quien detalla que el boom sónico no proviene solamente de una onda de choque, sino de una serie de ellas que se producen a lo largo de todo el fuselaje: “Los más fuertes están en la nariz y en la cola. Pero esas ondas de choque llegan hasta el suelo y, de hecho, se extienden a unas 25 millas a cada lado de la trayectoria de vuelo de la aeronave”.
En consecuencia, uno de los elementos más distintivos del X-59 es su nariz cónica y extremadamente alargada. Esta se extiende 30 pies frente a la cabina, limitando la visibilidad directa del piloto. Sin embargo, cumple una función clave: romper gradualmente las ondas de choque que normalmente genera un avión de este tipo.
Además, está equipado con un motor F414-GE-100 capaz de producir unas 22.000 libras de empuje. Esto le permite alcanzar velocidades de Mach 1.4 y volar a una altitud de 55 mil pies.

Las pruebas continúan
Desde su presentación oficial, el X-59 ha enfrentado distintas fases de pruebas. Se han ejecutado evaluaciones de sistemas integrados, ensayos de aceleración de motores y de rodaje.
Actualmente se encuentra en la Fase 2, que consiste en superar rigurosos protocolos en tierra que garanticen que el avión es apto para su vuelo. Las pruebas más recientes fueron electromagnéticas, que se completaron con éxito, confirmando que sus sistemas críticos no sufrirán interferencias externas ni internas.
Asimismo, se han realizado simulaciones de vuelo conocidas como pruebas “pájaro de hierro virtual”. En consecuencia, en mayo de 2025, la NASA validó que dos aviones F-15 (modelos B y D), ejecutaran vuelos clave sobre el desierto de Mojave para replicar las condiciones de vuelo del X-59.
Los resultados fueron positivos: estas herramientas son capaces de recopilar los datos necesarios para confirmar la evolución de las ondas del X-59 durante su vuelo. Por consiguiente, la comunidad se acerca cada vez más a la esperada Fase 3: el primer vuelo de la aeronave experimental.
En definitiva, el impacto de este proyecto podría ser significativo a nivel internacional, ya que permitiría la apertura de nuevos mercados comerciales para la industria aeroespacial de Estados Unidos. Además, modificará la manera en que las personas viajan, marcando un antes y un después en la movilidad global. Esto nos lleva a cuestionarnos, ¿estaremos preparados para este salto hacia el futuro de la aviación?
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