Un movimiento reciente del gobierno de Donald Trump reavivó el debate sobre la frontera entre exploración científica y poder militar en el espacio. La Casa Blanca solicitó al presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine, que recomendara candidatos para nuevo jefe de la NASA. Este hecho sin precedentes para una agencia civil con mandato pacífico despertó preocupación entre especialistas en política espacial.
¿Un general elige al jefe de la NASA?
Durante una conferencia de prensa, Trump anunció que “el general Caine va a elegir a alguien para estar al frente de la NASA”. Luego añadió que otra persona “lo va a revisar”, sin aclarar a quién se refería ni si habría más actores militares involucrados.
Un día después, un funcionario de la Casa Blanca explicó que el pedido respondía al deseo de Trump de encontrar un perfil alineado con su visión de “América primero”, comprometido con “llevar a la humanidad al espacio y plantar la bandera estadounidense en Marte”.
Pero el gesto va más allá de un simple asesoramiento. Implica involucrar a las Fuerzas Armadas en la selección del liderazgo de una agencia con una misión científica y no militar. Para expertos en política espacial, esto representa un riesgo de desdibujar las fronteras entre defensa y exploración pacífica del cosmos.

¿Quién es Dan Caine y por qué genera polémica?
Caine no es un militar en funciones. Se retiró como teniente general tras 30 años de servicio, incluyendo funciones como piloto de caza F-16 y director asociado de asuntos militares en la CIA. Para ser nombrado jefe del Estado Mayor Conjunto, Trump debió otorgarle una dispensa presidencial, ya que no cumplía con los requisitos legales del cargo.
Ahora, al pedirle que intervenga en la designación del jefe de la NASA, la administración reabre críticas sobre la politización del rol militar y la subordinación de organismos civiles a lógicas armadas.
Todd Harrison, experto en defensa del American Enterprise Institute, fue contundente. “El jefe del Estado Mayor no tiene relación operativa ni jerárquica con la NASA, y no tiene experiencia en exploración espacial para aportar”, afirmó.

El jefe de la NASA, en manos del mando militar
Si bien existen vínculos puntuales entre el Departamento de Defensa y la NASA —por ejemplo, la participación de militares como astronautas— sus misiones son claramente distintas. La NASA está enfocada en ciencia y vuelos tripulados, mientras que las Fuerzas Armadas tienen como objetivo la seguridad nacional, incluso desde el espacio.
Esa separación histórica permitió que la NASA mantuviera colaboración internacional incluso en tiempos de tensiones políticas, como durante la Guerra Fría. En 1975, la misión conjunta Apolo-Soyuz marcó el inicio de una cooperación que más tarde dio lugar a la Estación Espacial Internacional. Desde el retiro del transbordador en 2011, Estados Unidos dependió de naves rusas Soyuz para llevar astronautas al espacio.
Victoria Samson, directora de seguridad espacial de la fundación Secure World, fue tajante: “No entiendo por qué un militar debería opinar sobre quién dirige una agencia espacial civil. Hay una separación clara entre el espacio militar y el civil, y así debe seguir siendo”.
¿Hacia una NASA más militarizada?
Desde 2019, cuando Trump firmó la ley que creó la Fuerza Espacial, el discurso sobre el espacio como nuevo teatro de confrontación ha ganado protagonismo. Sin embargo, la NASA siempre se ha mantenido al margen de esa lógica.
Grace Bartlinski, vocera de la agencia espacial, aclaró que “la NASA no elige a su propio administrador ni define el proceso de selección”.
Aunque el contexto político puede cambiar, la pregunta de fondo sigue vigente: ¿puede una agencia científica seguir siendo independiente cuando se ve empujada hacia objetivos estratégicos y militares? Para muchos expertos, la respuesta a esa pregunta definirá el rumbo de la exploración espacial en los próximos años.
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