Buenas, me robo esta entrada para sus mails y, aunque no me leen periódicamente en la página, suelo aparecer con algunas cosas que me ocupan. Un poco mi rol es mezclar lo que voy viendo, noticias, investigaciones, cosas random, y tratar de encontrar una pregunta o un dato que nos deje pensando. Tal vez nos vayamos de acá sabiendo algo nuevo todos.
Me presento: veo anime, demasiado. Y ya hay varios que plantean esto de los implantes, de poder intercambiar partes del cuerpo, de manejar computadoras con la mente como si nada. Mi favorito es Cyberpunk: Edgerunners, pero también están Ghost in the Shell, o Serial Experiments Lain, que desde hace años vienen jugando con la idea de que el límite entre humano y máquina se vuelve cada vez más difuso.

En esa línea me estuve metiendo últimamente, y claramente si hablamos de implantes cerebrales, el nombre que aparece primero es Elon Musk. Pero no está solo. Hoy vengo a hablar de esto: de la posibilidad real de conectar el cerebro a una computadora, de cómo vienen los avances en este campo y de por qué este tema nos tiene que importar, aunque todavía no podamos guardar las llaves en el córtex frontal.
¿Qué está pasando con los implantes cerebrales?
No hace tanto esto era cosa de ciencia ficción. El típico capítulo de Black Mirror, pero en 2025, el tema ya no es “si va a pasar”, sino “cuándo y cómo”.
La idea técnica se llama interfaz cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés). Básicamente, dispositivos que permiten traducir la actividad eléctrica del cerebro en comandos que una máquina puede entender. O sea: pensar → mover un cursor, escribir un tuit, manejar una silla de ruedas, o en un futuro, mandar un mensaje de WhatsApp sin levantar un dedo. Literalmente.
El caso más conocido es Neuralink, la empresa de Elon Musk que logró implantar un chip en una persona a comienzos de este año. El paciente, Noland Arbaugh, es tetrapléjico y logró mover un mouse con la mente y hasta jugar al ajedrez. El implante capta la actividad cerebral y la traduce en acciones digitales. Para muchos, es un hito. Para otros, una puerta que se abre con más preguntas que respuestas.

Lo loco es que no es el único. En este momento hay una especie de “carrera espacial” pero adentro del cerebro humano. Varias empresas, gobiernos y centros de investigación están trabajando para llevar esta tecnología al siguiente nivel. Y no hablamos solo de medicina, también se proyecta en áreas como la comunicación, la seguridad o incluso el entretenimiento. Sí, capaz en un tiempo no vas a necesitar joystick para jugar a la Play.
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No solo Musk: quién más está metido en tu cabeza
Elon Musk se llevó todos los titulares con Neuralink, pero no es el único que está jugando a ser el arquitecto del cerebro humano. De hecho, hay varias empresas que están avanzando fuerte con sus propias propuestas de interfaces cerebro-computadora. Acá te cuento un poco de quiénes son, qué están haciendo y por qué vale la pena prestarle atención.
Primero está Synchron, que para muchos es “la seria” del grupo. A diferencia de Neuralink, no hace falta abrirte el cráneo: usan un sistema que se implanta a través de los vasos sanguíneos. Ya probaron el dispositivo en humanos y firmaron un acuerdo con Nvidia para meterle inteligencia artificial al asunto. Después tenés a Paradromics, que no se conforma con mover el cursor: quiere que pienses y hables. Literal. Están desarrollando un sistema llamado Connexus que traduce la actividad cerebral directamente en palabras. Esto permitiría que personas con parálisis o afasias puedan volver a comunicarse, en tiempo real, sin necesidad de hablar.

También está Precision Neuroscience, fundada por un ex Neuralink que (dicen) se bajó del cohete porque le saltó el chip ético. Su propuesta es mucho menos invasiva: un implante que se adhiere a la superficie del cerebro sin tener que meterse adentro, como si fuera una calcomanía tecnológica. Y no podía faltar INBRAIN Neuro Electronics, una empresa española que están buscando tratar enfermedades neurológicas como el Parkinson o la epilepsia con implantes que puedan estimular el cerebro de forma más precisa. Menos pastillas, más precisión, menos efectos secundarios.
Lo que tienen todas en común es que están empujando el límite entre lo que somos y lo que podemos ser. Y, de paso, abren preguntas complicadas: ¿cuánto control vamos a tener sobre nuestras propias mentes cuando alguien más entienda nuestros pensamientos mejor que nosotros?
La tecnología avanza más rápido que las leyes, y mientras Musk promete que va a “resolver la ceguera” o “fusionarnos con la IA”, nadie tiene muy claro quién va a controlar toda esa data cerebral. ¿Tu historial de pensamiento va a ser parte de los Términos y Condiciones?
¿Y en Argentina qué onda?
No, en Argentina todavía no estamos implantando chips cerebrales. Pero eso no significa que estemos completamente fuera del mapa. Hay varios grupos de investigación que desde hace años vienen trabajando en neurociencia, bioelectrónica y neuroingeniería. Instituciones como el CONICET, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) tienen equipos que estudian desde el funcionamiento de las neuronas hasta el desarrollo de interfaces no invasivas que permiten monitorear la actividad cerebral.
En paralelo, hay un pequeño ecosistema de empresas de base tecnológica y startups vinculadas al desarrollo de dispositivos biomédicos. Muchas de ellas trabajan con electroencefalogramas (EEG) de nueva generación, biosensores y sistemas de estimulación eléctrica, apuntando a aplicaciones clínicas como el tratamiento del dolor, el monitoreo cognitivo o la rehabilitación neurológica.

Obviamente, estamos muy lejos de las capacidades de Silicon Valley o de los presupuestos de de Estados Unidos. Acá todavía se lidia con problemas estructurales: escasez de financiamiento sostenido, poca articulación entre ciencia y mercado, y una burocracia que muchas veces frena más de lo que impulsa. Pero eso no quiere decir que no haya potencial. Lo hay, y mucho. Y en más de un congreso internacional hay investigaciones argentinas que compiten de igual a igual en el plano conceptual y experimental.
El desafío, como siempre, es pasar de los papers a los prototipos, y de los prototipos a las políticas.
Todo pasa
No se trata de imaginar un futuro donde todos seamos cyborgs ni de asustarse con la idea de perder lo “humano”. Se trata de entender que estamos entrando en una etapa donde lo que antes era ciencia ficción empieza a formar parte del presente, y que estos avances, como todos, tienen sus luces y sus sombras.
La posibilidad de conectar el cerebro a una computadora puede significar autonomía real para personas con discapacidades, mejoras concretas en calidad de vida, o nuevas formas de interactuar con el mundo. Pero también abre debates complejos sobre la privacidad mental, el acceso desigual a la tecnología y el rol que van a tener los Estados y las empresas en regular lo que, hasta ahora, era exclusivamente nuestro: lo que pensamos.
- Les dejo un par de recomendaciones
- – Serie: El Eternauta (Netflix). Clásico nacional que vuelve reversionado y sigue igual de actual y que todos están hablando de ella.
- – Música: El último disco de Skrillex. Ideal para musicalizar un implante cerebral, una rave o un lunes sin ganas.
- – Lecturas recomendadas: No dejes de seguir lo que produce el equipo completo: Escenario Mundial, Zona Militar, El Estratégico y, obviamente, seguí a diario lo que hacemos en Espacio Tech. Si hay algo que nos gusta más que hablar del futuro, es tratar de entenderlo entre todos.
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