Tras el exitoso regreso a casa de los astronautas de la NASA Wilmore y Williams, la incertidumbre sigue en ascenso respecto a la cápsula Starliner de Boeing.
Williams y Wilmore regresaron a la Tierra esta semana, tras una estadía de nueve meses en el espacio, en una cápsula Crew Dragon de SpaceX.
En junio del año pasado, los astronautas habían realizaron el primer viaje tripulado de Starliner. Sin embargo, la misión, que debía durar unos ocho días, se prolongó varios meses como consecuencia de un problema con el sistema de propulsión de Starliner.
Así, la cápsula regresó a la Tierra sin tripulación en septiembre. Mientras tanto, los astronautas debieron permanecer varios meses más en la Estación Espacial Internacional para ser rescatados.
Un futuro incierto
Según la NASA, Starliner ahora podría necesitar realizar un tercer vuelo de prueba sin tripulación antes de volver a transportar astronautas.
Los problemas técnicos fueron el último revés, y el más importante hasta ahora, en el complicado desarrollo de la nave de Boeing. El proyecto le ha costado al gigante aeroespacial más de US$ 2.000 millones.
Starliner es de gran interés para la NASA ya que, al competir con Crew Dragon, le proporcionaría a la agencia una segunda opción de viaje a la órbita terrestre baja para sus astronautas.
Pero, antes de obtener una certificación, la nave puede necesitar una misión de prueba adicional sin tripulación (la cuarta en general). Starliner voló dos veces sin astronautas en 2019 y 2022.

Analizando opciones
“Estamos analizando algunas opciones para Starliner, en caso de que sea necesario que vuele sin tripulación”, dijo Steve Stich, jefe del Programa de Tripulación Comercial de la NASA que supervisa el desarrollo de Starliner.
“Cuando miramos hacia adelante, lo que nos gustaría hacer es ese vuelo, y luego entrar en un vuelo de rotación de tripulación. Sopesaremos todas esas cosas a medida que tengamos las pruebas y el análisis detrás de nosotros”, agregó Stich.
El funcionario también dijo que el vuelo tripulado de Starliner el año pasado marcó algunos hitos clave de las pruebas relacionadas con la forma en que los astronautas comandan y vuelan el vehículo.
En este sentido, el propósito de una prueba adicional sin tripulación sería validar que sus propulsores pueden funcionar según lo diseñado en el espacio, algo imposible de simular en las pruebas en la Tierra.
Un problema en particular
El módulo de servicio de Starliner utiliza cápsulas de propulsión conocidas como “Doghouse”. En total, cuenta con cuatro cápsulas y cada una de ellas alberga 12 propulsores.
Por un lado, cinco de ellos son de la potente clase de “maniobra y control orbital” (OMAC). Por otro lado, los otros siete son del tipo “sistema de control de reacción” (RCS). Estos últimos se utilizan para ajustes más finos, como los necesarios durante el acoplamiento.
En el caso de los problemas que Starliner experimentó durante su última misión, estuvieron relacionados con el hardware RCS. Es decir, cinco de los 28 propulsores RCS se apagaron durante el acercamiento de la cápsula a la estación espacial.
La buena noticia en ese momento fue que el equipo de la misión pudo volver a poner en funcionamiento cuatro de los cinco propulsores afectados.
Según las pruebas realizadas en tierra, el problema del propulsor RCS estaría vinculado con el sobrecalentamiento. En otras palabras, los disparos repetidos de los propulsores aparentemente pueden calentar excesivamente los “Doghouse”, haciendo que algunos de sus sellos de teflón se abulten, afectando el flujo de propulsor.
“Creo que tenemos algunos cambios que debemos hacer en la forma en que calentamos esos propulsores. Luego podemos probar eso en el próximo vuelo”, agregó Stich al respecto.
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